Es vergonzoso un Ecuador sin crecimiento

Durante las últimas dos décadas, los ecuatorianos hemos tenido todo a nuestro favor: una inmensa masa de gente en edad productiva; un mercado mundial en franco crecimiento, repleto de nuevos clientes, como Rusia y China, y nuevos socios, como Perú o la Unión Europea, con los que nuestros antepasados no hubiesen podido ni soñar; una masiva inversión pública y privada en educación, al menos en comparación con las épocas anteriores; años de inusitada paz en la región, sin invasiones externas ni interminables guerras civiles. Pese a todo eso, no logramos transformar nuestra economía ni crecer al ritmo que necesitamos.

La época del expresidente Rafael Correa trajo crecimiento económico asentado en el consumo, en las importaciones y en las exportaciones de los mismos productos primarios de siempre; pero, en tanto no trajo una reforma en materia de productividad ni en surgimiento de nuevos sectores, todo ese ingreso mal administrado de divisas generó una inflación que ni la dolarización pudo evitar. Si es que el salto cualitativo estaba a punto de darse y fue interrumpido por el giro del expresidente Lenín Moreno, o si es que jamás se hubiera dado bajo esas condiciones, es un debate especulativo infinito. El hecho es que Ecuador lleva ya una década sin crecimiento significativo, algo vergonzoso en el mundo actual, más aún para un país con nuestros recursos y condiciones.

Quien sea que asuma el poder, debe entender que el camino es claro: reforma laboral que permita aprovechar el bono demográfico; incentivos tributarios a la producción; reforma educativa orientada a la productividad. Si no, seguiremos estancados, exportando migrantes y, de a poco, incubando criminales de diverso calibre.