Tras el toque de queda

Diego Albán Quishpe

Diego Albán Quishpe

El toque de queda se ha convertido en una medida desesperada para contener la creciente ola de delincuencia que azota nuestro país; sin embargo, es crucial reconocer que la delincuencia no surge en el vacío, sino que está arraigada en un contexto más amplio de desigualdad, marginación y abandono estatal.

Es cierto que muchos de los detenidos en los barrios considerados marginales son responsables de actos delictivos, pero debemos preguntarnos ¿por qué tantos jóvenes se ven empujados hacia el camino de lo ilegal? La respuesta radica en el abandono sistemático por parte del Estado, que durante demasiado tiempo ha dejado a estas personas en la periferia de la atención política y social.

Los políticos corruptos que han saqueado los recursos públicos durante años son responsables en gran medida de esta situación, ya que su negligencia ha dejado a miles de ecuatorianos sin acceso a servicios básicos como educación, salud y empleo. En un entorno donde las oportunidades son escasas y la desesperación es palpable; sin ánimo de justificarlos y quitarle responsabilidad a sus actos, puedo mencionar que muchos jóvenes se ven tentados a buscar medios ilegales para sobrevivir.

Esta medida puede ser efectiva para contener temporalmente la delincuencia, pero es una solución superficial que no aborda las causas subyacentes del problema. Para erradicar la delincuencia de raíz, es necesario un enfoque más integral que combine medidas de seguridad con políticas de inclusión social y desarrollo comunitario. Esto implica invertir en la creación de oportunidades económicas para los jóvenes, proporcionando educación y formación profesional de calidad, así como apoyo psicosocial y una verdadera rehabilitación.

Necesitamos un enfoque más amplio y colaborativo que aborde las causas fundamentales de la delincuencia y promueva la justicia social y la igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos. 

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