Cuando la raíz del árbol se pudre, jamás da buenos frutos. En Ecuador se putrefactó con la alteración de votos el 2006, para instalar un imbécil, cínico, improvisado que debía cumplir la receta forosaopaulista, caso contrario lo desestabilizaban, como lo hicieron con Gutiérrez, quien fue inicialmente el escogido. Él propuso: «refundar el país», nueva Constitución; calificó a partidos y a medios como: «partidocracia y prensa corruptas».
El mayor canalla antipatria, le mal copió en la tarima, a Bucaram y le sustrajo el programa a Gutiérrez. El mayor ladrón de Ecuador destruyó la institucionalidad democrática que veníamos construyendo desde los 80, con la Constitución del 89, luego la mejoramos con la Constitución del 98; a la que copió y amplió derechos para sembrar votos, la Carta Montecristi, agregando dos funciones que caracterizan el narco-Estado: la Electoral y la de Transparencia y Control Social.
Ahí la pudrición de la raíz estatal, a través de esas funciones los ineptos, mediocres, delincuentes, resentidos sociales son los que se han apropiado de los espacios públicos y políticos. El resultado: un narco-Estado ladrón, despilfarrador, que sustituye la inversión, por impuestos y subsidios; la virtud, por cinismo, como política de Estado.
No podemos renunciar a nuestra libertad individual, convertirnos en un rebaño humano aneuronal, sumiso al narco-terrorismo internacional. Los jueces son parte del problema, generan impunidad, para crear desaliento, provocar postración social. Están para perseguir a los «enemigos» del «progresismo». Debemos exigir que el prevaricato sea imprescriptible, sancionado con 40 años de reclusión e incautación de bienes.
La fuerza pública está contaminada por sujetos que desarman sus tradiciones, estimulan lucha de clases. Urge su reeducación anticomunista, patriótica, porque a la sombra del sordo falso, del ciego simulado, del mudo fingido; están las manos de narco-terroristas, destruyendo la Nación por dentro, desde el Estado.