¡Buenos días, señor Presidente! Victoria y vergüenza

Emilio Palacio

De nuevo le escribo para felicitarlo, ahora por la goleada que el miércoles le metió nuestra representación diplomática al socio de los delincuentes mayores, Manuel López Obrador, en la cancha de la Corte Internacional de Justicia.

La brillante exposición del embajador Andrés Terán Parral y su equipo le rompió la nariz a los que sostienen que el artículo 22 de la Convención de Viena (que prohibe la intervención en las sedes diplomáticas), es algo así como un postulado matemático que no necesita ser contrastado con la realidad. Olvidaron que el alma de la ley no está en la lógica sino en la experiencia (como escribió el ex presidente de la Corte Suprema de Estados Unidos Oliver Wendell Holmes Jr.), y de allí que los jueces no deban comportarse como robots, ignorando el sentido común, el bien mayor y las circunstancias.

Esto último fue precisamente lo que hicieron Terán y su equipo. Demostraron con pruebas fehacientes cómo Ecuador, hasta el último minuto, trató de no seguir por el camino que había escogido meses atrás el gobierno mexicano cuando violó la Convención de Viena al darle refugio a un delincuente vinculado al narcotráfico. Lamentablemente, llegó un momento en que se evidenció, más allá de toda duda razonable, que lo que pretendía López Obrador, de manera ladina y mentirosa, era facilitar la fuga del delincuente para que siga haciendo daño desde el extranjero; y fue entonces, y sólo entonces, cuando el Ecuador actuó, para evitar un mal mayor.

Me permito aconsejarle, señor Presidente, que no le dé importancia a los que no quieran reconocerle este logro extraordinario con el pretexto de cualquier error de menor cuantía. La cochina envidia es lo que más sobra en este mundo y eso se demuestra a cada rato. Fíjese cómo, casi al mismo tiempo en que se producía la victoria del miércoles pasado, se levantaba en nuestro país una campaña soterrada de mentiras e infamias (que seguramente ya habrá llegado a sus oídos) contra la señora fiscal general Diana Salazar, acusándola de promover secretamente su candidatura presidencial con actos masivos de respaldo en las calles, a pesar de las reiteradas declaraciones de ella negando categóricamente esa posibilidad.

Lamentablemente ese es el Ecuador que heredamos de los Correa y los Glas y que tanto extraña López Obrador. A los inmorales se los ensalza y se los premia, y a los que defienden a la Patria se los cubre de sombras, sospechas y amenazas.

Aun así quisiera aclararle, señor Presidente, que el que propuso que se realicen actos de respaldo a la Fiscal General fui yo, sin consultarle en ningún momento a la Fiscal General, a la que no la conozco ni he tenido el gusto de saludarla; de tal manera que esa gente infame debería dedicar su tiempo a desacreditarme a mí y no a la mujer valiente que hoy encabeza la lucha contra la corrupción.

La idea de las demostraciones de respaldo prendió de inmediato, con actos cada vez más masivos, en los que todos hemos acordado un solo mensaje: Advertirle a las mafias de la Asamblea Nacional que no permitiremos que acusen y peor aun condenen a la señora Fiscal.

Aun así, es nuestra obligación desvirtuar completamente esas infamias, y para eso me atrevo a hacerle una sugerencia: Adviértale a su círculo cercano de que se cuiden muy bien de sumarse a esa campaña, y que en su lugar más bien le presenten propuestas jurídicas que permitan la prórroga del mandato de Diana Salazar. Esas propuestas las podrían presentar sus partidarios en la Asamblea Nacional o, de ser necesario, los candidatos a asambleístas del partido de gobierno para las próximas elecciones.

Estoy convencido de que con una bandera así, el triunfo de sus asambleístas será tan resonante que no habrá fuerza alguna que pueda impedir esa reforma.