La verdadera dimensión de la crisis

Ni ciudadanos ni políticos parecen dimensionar la gravedad de la situación económica que atraviesa el país. Hace varias décadas impera la absurda creencia de que para salir a flote basta con cerrar los ojos y patear los problemas hacia el futuro. El país ya agotó esa alternativa; tras tanto tiempo de dejar todo para después, hoy resultará muy difícil huir de las decisiones duras.

Tarde o temprano, por las buenas o por las malas, los ecuatorianos tendremos que asumir las consecuencias de nuestras decisiones y pagar el precio de nuestros actos. Este momento el Gobierno enfrenta serias dificultades para pagar sueldos y un intolerable cúmulo de atrasos, entre otras preocupantes circunstancias, lo cual explica el desesperado intento por obtener un salvavidas con el alza del IVA, que proveerá dinero fresco y rápido, y que además será muestra ‘de buena fe’ para obtener créditos multilaterales.

Sin un firme cambio de rumbo, la situación empeorará. En pocos años el IESS tampoco podrá responder a los afiliados y jubilados, el Gobierno no tendrá forma de pagar las obligaciones de la deuda y el deterioro en la provisión de servicios básicos será notoria. Con renuncias, privaciones y un aumento en el costo de la vida, los ecuatorianos terminaremos pagando las cuentas pendientes.

Ya no bastan medidas ‘parche’; se requiere un ajuste estructural que permita cuadrar definitivamente las cuentas. Duele e indigna tener que responder por corrupción y mala administración de otros, pero olvidamos también a quién premiamos con nuestro voto. Ya no hay alternativa; no porque nos parezca injusto podemos dejar de pagar la cuenta. Eso sí, en el futuro, en cada elección, recordemos quiénes nos hundieron en este atolladero y pensemos bien al momento de elegir. Así, al menos, todo esto habrá servido para algo.