Ruby Mena Melo
La planeación es un proceso que se lleva a cabo inclusive inconscientemente. Planear tu vida se trata de construir tu mundo, es saber cuál será el siguiente paso que das y qué hacer para defenderte de los obstáculos que se presenten. Planear tu futuro es aceptar desafíos, en especial cuando éstos te llevan a lo que deseas alcanzar.
La improvisación es lo contrario. Mucha gente no sabe ni piensa en qué hacer el próximo día, el próximo mes, el próximo año o la próxima década. Una vida así da resultados temporales, pero normalmente no son los mejores.
El pasado es inamovible, no se puede cambiar, pero debemos aprender de él.
Sin embargo, el momento presente es el único que podemos controlar ahora. No importa cuánto planifiquemos, nunca sabremos con certeza cómo se desarrollará la vida. Solo lo sabremos cuando llegue.
Estamos llenos de creencias que nos limitan, que no nos dejan ser auténticos y que nos llevan al hacer por hacer. Pensamos que necesitamos ocupar todo día con cosas, incluso sin un para qué definido. Creemos que, si no lo hacemos así, no somos útiles, y que en estos tiempos de incertidumbre no nos podemos permitir vivir el presente porque el futuro nos asusta.
El filósofo Alan Watts dijo que, al menos que seamos capaces de vivir plenamente en el presente, el futuro es un engaño. No tiene ningún sentido hacer planes para un futuro que nunca podrás disfrutar porque, cuando tus planes maduren, seguiremos viviendo en un futuro más allá.
Desafortunadamente, nuestra sociedad nos enseña a centrarnos siempre en el porvenir. Nos enseña a fijarnos metas, siempre más ambiciosas, de modo que ni siquiera tengamos tiempo de disfrutar de nuestros logros, porque inmediatamente empezamos a superarlas. Inmersos en un horizonte esquivo, no podemos vivir plenamente.
No llenes tu día a día con cosas sin sentido, llénalo con aquello que te ayude a ser quién tú quieres ser. Porque sea de la forma que sea, cada día es un día menos, y el mañana no está asegurado.