Vivencias

Verónica Narváez

Verónica Narváez Terán

Desde el mes de marzo cada mañana llega un pajarito a tocarme la ventana, se ha convertido en mi despertador oficial. 

Mi hija con delirios de Blancanieves, lo ve tan normal como parte de su «principesca» vida. Mi hijo, en cambio, con su «gatuna» vida, mira y mira al pajarito con toda la intención de acogerlo en sus manitas. Y yo, yo los vivo a los tres plenamente; claro, con la intriga del comportamiento del pajarito cada mañana, la alegría de ver tanta autoestima de mi Daniela y la curiosidad y amor para el mundo de mi Franquito, pero también debo confesar que en el sobre pensar de las cosas, me abordan los miedos del mañana, me anticipo equivocadamente a enfrentar tanta incertidumbre del mañana.

He pensado que así es la realidad de las cosas que nos pasan, depende tanto de nuestro interior y la manera que miramos o sentimos la vida, de lo que estamos convencidos que merecemos, lo natural del asimilar cosas extraordinarias, del valorar esos momentos y días únicos que la vida nos da.

Un día, como todo en la vida, el pajarito dejará de golpear mi ventana, como pasa cuando un amigo se muda a otro país, un compañero de trabajo se va, o la misma muerte de seres queridos en cualquier momento; de cualquier manera, las despedidas son emocionalmente difíciles, inevitables y oportunas para pulir nuestra resiliencia sabiendo que muchas veces no se pueda estar ya en la vida de algunas personas, pero el cariño siempre trasciende pudiendo incluso fortalecer aún más las relaciones. 

Por lo pronto, como todo en la vida, agradezco y vivo plenamente de mi despertador actual, del árbol en el que se posa y todo lo que trae con él.

[email protected]