Corazón coraza

Lorena Ballesteros

Las mujeres que somos madres siempre estamos en vilo. Las mujeres que somos madres, pero que no convivimos con el padre de nuestros hijos o hijas, entendemos una nueva definición de “estar en vilo”. Porque cada vez que vemos partir a nuestro retoño con su mochila o maleta, para pasar la noche o varios días con su otro progenitor, sentimos un vacío, una zozobra, que las palabras no pueden explicar. Porque no son celos, tampoco es tristeza (especialmente cuando el hijo o hija van contentos a su encuentro); quizás es algo similar al extrañamiento o al temor; pero lo que es propiamente, es inexpresable. Cada una de ustedes tendrá su propia opinión al respecto.

Lo cierto es que, cuando veo a mi hija partir no dejo de recitar en mi cabeza el poema de Benedetti: “Porque te tengo y no /porque te pienso/ porque la noche está de ojos abiertos”. Porque, aunque el uruguayo haya escrito esa lírica pensando en un amor de pareja, yo lo repito pensando en el amor que me une a ella, a la extensión de mí misma, a mi amor infinito. Un amor que acepta que la tiene y no, un amor que respeta la libertad, un amor que crece y renace; pero que al mismo tiempo se invade por la melancolía en cada separación.

Tampoco crean que me siento a llorar en mi verde limón cada vez que la veo partir. Pasaría atada a una caja de kleenex y dejaría de ser un ejemplo para ella. Al contrario, con el paso de los años he aprendido a dejarla ir con felicidad. A veces las separaciones son muy breves, otras duran más. Pero, mi corazón también soporta más. Se ha vuelto más resistente, pero sin endurecerse.

El corazón de madre acepta que los hijos se comparten y que no hay nada más enriquecedor para ellos que pasar tiempo con ambos progenitores, así sea por separado. Los hijos se nutren del amor y del cuidado de cada uno, de las formas y maneras de cada uno, del cariño que cada uno le entrega.

Las madres que compartimos a nuestros hijos aprendemos a valorar aún más el tiempo con ellos. Le sacamos el jugo a cada instante. Apreciamos cada sonrisa que nos entregan y valoramos el privilegio de secar cada una de sus lágrimas. A veces pasamos de eventos sociales. Madrugamos o nos desvelamos más para trabajar mientras duermen; y no perdernos de la posibilidad de acompañarlos en sus rutinas.

Estoy segura de que muchas de ustedes comprenden el sentimiento. Ese tan indescriptible. Y porque somos una tribu que habla el mismo idioma, les aseguro que entendemos de sobra “el corazón coraza”.