¡Larga vida al libro!

Lorena Ballesteros

El 22 de abril de 1616 falleció Miguel de Cervantes; un día después, William Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega. Estos tres autores, 400 años después de su muerte, han trascendido a través de su obra y se han convertido en referentes de la literatura universal. ¡Qué magníficos son los libros! Gracias a sus distintas ediciones, formatos y adaptaciones podría asegurarse que la mayoría de la población mundial conoce a Sancho Panza; o asocian al amor imposible con la tragedia de Romeo y Julieta; y los latinoamericanos aprendimos sobre los orígenes de la historia del virreinato del Perú gracias al Inca Garcilaso de la Vega.

En honor a estas grandiosas plumas y por la coincidencia de su fecha de fallecimiento, en 1995 la UNESCO determinó que el 23 de abril se fijara como la fecha internacional para la celebración del Día del Libro. El libro, este artefacto que se aferra a existir, que ha sobrevivido a hogueras, a censuras y a la vorágine del desarrollo tecnológico. Este maravilloso invento que es sinónimo de sabiduría, conocimiento, reflexión, creatividad, empatía… Un libro es una aventura, un espejo, un pasaporte, una posibilidad de viajar en el tiempo.

Por lo tanto, celebrarlo únicamente el 23 de abril no sería justo. Quienes hacemos parte del mundo de los libros estamos en el deber de ser sus embajadores, ayer, hoy y siempre. Yo nunca salgo de casa sin un texto bajo el brazo. Batallo todos los días para no ceder ante la tentación de pasarme un tiempo excesivo en las redes sociales. Si lo hago, culposamente pongo el dispositivo en silencio por varias horas y me refugio en las páginas de una novela, a manera de compensar los minutos perdidos.

En repetidas ocasiones he manifestado que la lectura no es una actividad en solitario, sino que abre vínculos sociales, consigue estrechar relaciones. En casa, mi marido y yo hablamos todos los días sobre lo que leemos. Cada uno le comenta al otro sobre su libro: lo bueno, lo malo, lo feo, lo desconcertante… Los libros nos han dado tantos temas de conversación que, a través de ellos, nosotros también hemos llegado a conocernos mejor.

No solo abogo por la literatura. También recomiendo los libros de no ficción: las autobiografías, los de pensamiento, los de educación y desarrollo personal. La capacidad de concentrarse frente a un texto, analizarlo, tomar apuntes, conversar sobre él, es una posibilidad de cambio para la sociedad actual.

Es así como, aunque hayan pasado algunos días desde la celebración del Día Internacional de Libro, les invito a que lo sigamos homenajeando. Nunca es tarde para empezar a leer. La lectura es además terapéutica. En los momentos bajos nos levanta como un amigo fiel. Y cuando estamos en la cima, nos acompaña para escalar más peldaños. ¡Larga vida al libro!

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