Una pausa a nuestra era de los extremos

Una vez más, el electorado ecuatoriano demuestra, en la elección del Ejecutivo, una prudente cautela ante los extremos. Al menos en la primera vuelta, la amplia mayoría de los ecuatorianos ha insistido en no darle su voto a Luisa González, pese a la potente irrupción de los jerarcas de su partido en la campaña y a un discurso que insistía mucho en el país y el mundo de hace una década. Tampoco resultaron suficientemente premiadas las propuestas centradas en el combate, sea la de la lucha contra las llamadas ‘mafias’ —en el caso de Christian Zurita—, como la de una ‘nación en armas’ planteada por Jan Topic. Entre las diversas ofertas del centro, primó Daniel Noboa, aquel que menos estigmas asociados con hechos polarizantes arrastraba, Otto Sonnenholzner no pudo ordenar su estrategia comunicacional y sacudirse de su asociación con el régimen de Lenín Moreno, y Yaku Pérez de su vinculación con un movimiento indígena cuyo voto no está claro a dónde migró.

Queda claro que, antes que justicia a ultranza o seguridad a cualquier costo, los ecuatorianos quieren orden, trabajo, unidad y bienestar. Ojalá los dos candidatos que han sido premiados con la confianza ciudadana sepan reconocer ese llamado. El Estado ecuatoriano, urgido de reformas, atraviesa un momento de extrema debilidad que, con la victoria del ‘sí’ en la consulta sobre el ITT, se agravará, al menos momentáneamente. No está de más esperar que, al menos esta vez, tras el magnicidio no esclarecido aún de Fernando Villavicencio y con todos los riesgos que conlleva un Gobierno saliente, los candidatos sean capaces de llevar a cabo una transición ordenada.