El beso no consentido que el presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Manuel Rubiales, le plantó a una de las estrellas de la selección, Jennifer Hermoso, ejemplifica la grieta generacional y cultural entre el machismo enraizado y la reivindicación feminista que ha puesto a España a la vanguardia en temas de feminismo y equidad.
El beso, clavado sin el consentimiento de la jugadora, es al menos un caso de la cotidiana agresión casual demasiado común en nuestras sociedades pero constituye, además, un abuso de poder y un vergonzoso ensombrecimiento del potente momento de gloria que debió ser el triunfo de ‘La Roja’ en el Mundial femenino.
Todo tropiezo es, sin embargo, una oportunidad. Las jugadoras habían denunciado los atropellos y abusos a los que estaban sujetas por su condición de mujer, sin que medie consecuencia o reacción alguna por parte de la Federación. Tras el hecho, captado por las cámaras en plena celebración, el resto del equipo amenazó con suspender su participación en encuentros futuros.
Rubiales fue suspendido temporalmente por la FIFA y la fiscalía abrió una investigación. Mientras, los pesos pesados del fútbol español, europeo y mundial miden fuerzas e intercambian acusaciones de lo que hasta hoy es una institución donde predominan los hombres y sus tradiciones.
Auguramos por que este incidente trascienda de un chisme de la farándula deportiva y se lo mida como lo que es: una excelente oportunidad para mirar casa adentro y reconocer prácticas que solo ensombrecen el más grande de los deportes y limitan el potencial de la participación femenina en esta y el resto de disciplinas.