Pasión desbordada

Eduardo F. Naranjo C.

Es larga la historia por entender los procesos del cerebro humano. Algo se ha avanzado en fisiología estructural del sistema neuronal y sus funcionalidades permitiendo incluso modelar sistemas electrónicos de IA, pero en cuanto a interacción  entre razón y pasión hay enigmas.

Los procesos lógicos buscan alcanzar un grado de verdad mediante razonamiento matemático; sin embargo, la pasión es un sentir basado en creencias o supuestos, por eso la “percepción de eventos” suele distorsionarse permitiendo que el cerebro construya “realidades” que no concuerdan con hechos.

En la política hay un hervidero de pasiones que van y vienen, pero esta vez desbordadas  llegaron al dogma y de ahí nada se mueve. Con el “fuego intencionado” y veloz del mensaje electrónico se crean escenarios ausentes de verdad, convirtiendo la vida del grupo social en permanente conflicto, por tanto imposible alcanzar un estado de coherencia para seguir adelante y construir.

Al parecer el mal no parece afectar solo a nuestro país. Ocurre a nivel mundial. Lo vemos en África, Europa y Medio Oriente, donde pasiones desbordadas encienden guerras con miles de inocentes asesinados. Entonces ¿qué nos hace pensar que los humanos somos superiores a otras especies? A lo mejor somos la más cruel y brutal; quizá es el síndrome que nos consume como país, pero ¿para beneficiar a quién?

¿Cómo construirnos como nación? Si somos un conjunto de grupos diferentes, unos de raíces nativas, otros, grupos de migrantes de toda clase y origen que forman nuestra sociedad y un mestizaje ambiguo que no se identifica. Hay discrimen no superado por etnias y creencias; de ahí que el conflicto es mayor y no conduce a una sociedad unitaria. Es menester recordar lecciones del pasado como la traición a Atahualpa, los asesinatos de García Moreno, Alfaro, el arzobispo Checa y otros, incluido Roldós Aguilera; sacrificios infames por pasiones ciegas