Lo que dicen los chats y lo que debemos ‘leer’ de ellos

Los chats privados se han convertido en los protagonistas de diversos casos judiciales que mantienen al Ecuador en vilo. Tan efectivos han demostrado ser, que ahora algunos acusados intentan emular la táctica, exponiendo supuestas conversaciones. Además, sigue pendiente la explotación de decenas de otros dispositivos  —hallados en escenas de crímenes o recabados en allanamientos— que seguro aportarán otra cuota de polémicos diálogos. Sin embargo, se debe guardar cautela ante esta cascada de filtraciones y no caer en juicios prematuros.

La publicación de los chats, en los diferentes casos, obedece a un claro interés de la Fiscalía por influir en la opinión pública. Se trata de material cuidadosamente seleccionado; nadie, a excepción de quienes tienen a su cargo la tarea, conoce la totalidad del contenido ni sabe qué —y a quiénes— se ha mantenido en reserva.

Más allá de que logre probarse la identidad de los interlocutores y la autenticidad de los chats, no es pertinente tomar demasiado en serio aquellas conversaciones. En muchos casos, son charlas informales o protagonizadas por sujetos burdos y de ínfima credibilidad. En una atmósfera de alarde, egos, chisme, especulación y bromas, no se puede tomar a las meras palabras como evidencia suficiente. Aún.

Independientemente del innegable impacto que estas revelaciones han tenido en la opinión pública, la presunción de inocencia y la carga de la prueba permanecen como principios fundamentales. Ni prejuicios ni rumores ni animadversiones personales deben distraernos de la verdad en casos tan delicados.