El anhelo liberal sigue pendiente

Etiquetas demagogas como ‘gobierno neoliberal’ adornan al régimen de Guillermo Lasso y su equipo. Sin embargo, por la fuerza de las circunstancias, su gobierno dista mucho de ser uno genuinamente liberal —tal y como en otros momentos le sucedió a León Febres Cordero, a Sixto Durán Ballén, a Galo Plaza y hasta al propio Eloy Alfaro; condenados a hacer profundas concesiones a una sociedad que insiste en mantenerse cerrada—.

Más allá de la consolidación del laicismo o de la igualdad de los ciudadanos ante la ley, Ecuador lleva más de un siglo alejándose, navegando en dirección contraria, de esa democracia liberal que tanta prosperidad trajo en otras regiones. En plena cuarta revolución industrial, mantenemos un código laboral de la época agraria, inspirado en el culto fascista al trabajador y adaptado a una prosperidad inexistente. Perseveramos en un régimen comercial cerrado, heredado de ese continente en guerra del XIX. Continuamos con ‘elefantes blancos’ disfrazados de empresas públicas y subsidios dañinos heredados de la dictadura nacionalista, socialista y belicista de los años setenta.

A ello se le debe sumar el sistema de partidos distorsionado, ideado por las socialdemocracias europeas para perpetuar la fragmentación, y una Constitución que limita el mercado y garantiza —a un altísimo costo— una infinidad de derechos. El colofón es la educación, con un adoctrinamiento sostenido, desde hace generaciones, en contra de las libertades económicas y políticas, y a favor del estatismo y el nacionalismo.

Ojalá algún día sea posible, pero por el momento no cabe aún hablar de democracia liberal en Ecuador.