Rosalía Arteaga Serrano
La aparición de un primer globo de origen chino, sobre el territorio norteamericano y reconocido por ese país asiático, abre una crisis a la que todavía no se halla una solución. Los Estados Unidos han presentado una alerta global, y ha asumido la necesidad de derribar ese primer globo y luego otros más que han sobrevolado el territorio de Estados Unidos y de Canadá, y que también han sido abatidos. Todo esto abre una serie de interrogantes de difícil solución.
Para algunos de mentes afiebradas, se trata de fenómenos extraterrestres, de ovnis que están visitando el planeta Tierra, tratando de comunicarse o tal vez de adueñarse del mismo. Otros hablan de un sofisticado sistema de espionaje implementado por parte de la potencia asiática, a fin de adueñarse de información sensible y reservada, lo que traerá consecuencias para ese nuevo orden global.
Sea lo uno o lo otro, y aún otras más diversas versiones, la temática causa sobresaltos y la búsqueda de respuestas que satisfagan la curiosidad, sin comprometer la seguridad.
La preocupación por el ascenso de China es razonable. Tiene que ver con la lucha de las superpotencias por cambiar el curso de la historia, y tener al mismo tiempo los elementos de conocimiento indispensables para tomar buenas resoluciones.
En todo caso, el avance de un imperio y el surgimiento de otro se ponen sobre el tapete de la discusión, conscientes de que en nuestro país, tan dependiente de las exportaciones de los productos emblemáticos, esas luchas y forcejeos revisten singular importancia.
Los globos han alertado al mundo y lo han puesto con la conciencia clara de que los pasos que se den, aún en circunstancias difíciles, pueden tener implicaciones futuras de graves consecuencias.