Fuego interno

Adriana Ormaza Cuenca

Adriana Ormaza

A menudo confundimos el fuego interno con la pasión desmedida o el deseo desenfrenado por los placeres o gustos del cuerpo o psicológicos y si analizamos profundamente no es aquello que poseemos sino aquello que nos posee. 

 Así que no me refiero a ese deseo que nos hace ceder nuestra humanidad ante los instintos más básicos, sino más bien a ese fuego interno que nos hace valientes, generosos y despierta lo mejor de nosotros mismos.

Ese fuego que arde cuando ves una injusticia y sientes que deseas un mundo más justo.

El fuego de una madre que es capaz de entregar su vida por amor, que transforma las dificultades y frustraciones del día a día en valor y esperanza de un mejor futuro para sus hijos. 

El fuego de la belleza que se transforma en arte. El fuego de la bondad que da sentido a la vida. El fuego de la amistad, que nos hace vernos como familia a pesar de las diferencias.

Un fuego que cuando despierta, ilumina, quema y transforma, dejando lo más puro del ser humano al descubierto, su verdadera naturaleza. 

En la tradición griega se dice que Prometeo desafió a los Dioses robándoles el fuego y entregándolo a los humanos. Un fuego que quizá despierte en ellos sus más altas cualidades, incluso asemejándose a los mismos dioses. 

Si pudiésemos encender un fuego en nuestro interior que nos transforme ¿qué tipo de fuego elegiríamos?

¿Qué fuego estamos alimentando en nuestro interior? ¿Qué fuego estamos evitando que se extinga?

La búsqueda del porqué de las cosas también despierta en nosotros un fuego, un fuego de amor por la verdad, la bondad, la belleza y la justicia.

 ¿Por qué no darnos la oportunidad de encender este fuego y de permitir que nos transforme? Tal vez podamos encontrar a través de la filosofía una versión purificada y más humana de nosotros mismos.

Nueva Acrópolis Santo Domingo