Karla Fernanda Estrella
Estamos viviendo tiempos de nuevas ideas, sin duda, lo que sucede en otros territorios nos genera como sociedad, un deseo de probar un poco de “eso” que al parecer ha dado respuestas a casi todo un pueblo. Lo ocurrido en El Salvador, podría responder a nuestra realidad latinoamericana; estamos cansados de vivir con la delincuencia galopante e impune, y a veces preferimos renunciar a una democracia ideal, con tal de que nos liberen del crimen.
Hemos normalizado que se limiten algunos derechos, a cambio de darle al gobierno mayor poder para reprender al enemigo; estos regímenes de excepción corren riesgo de alargarse más de la cuenta. Hemos visto que esta idea tiene más asidero político que legal, lo que nos invita a cuestionarnos más allá de la crítica al gobierno, pues se entiende que son medidas extremas para momentos extremos, pero nos queda el sinsabor de aceptar que nos gobiernen desde la excepción; lo que implica, no sólo un mayor control de las fuerzas del orden, sino también, que se limiten los derechos de todos, y eventualmente se pudiera afectar a inocentes vinculados por error, pues esta “excepción”, es como un salvoconducto para administrar justicia, además de los recursos económicos del estado, que dejan de pasar por los procesos regulares para el efecto. Otra implicación es el acceso a la información pública, que puede ser limitada a discreción del gobierno. Todo esto nos hace concluir que estas nuevas ideas no deben acogerse como regla, sino como una verdadera excepción, y que debe primar lo preventivo sobre lo punitivo.
Estamos llamados a conocer mejor a nuestra clase política, pues como bien lo dijo Weber, un buen político es quien, a pesar de sus convicciones, actúa con la ética de la responsabilidad, y en nuestro caso, el país no solo necesita mano dura a la delincuencia, sino también un estado responsable que otorgue dignidad a su pueblo, calidad en educación, salud, vivienda, e instituciones que fomenten el desarrollo del ciudadano.