Economía de guerra

Rogelio Morales Cattani

Rogelio Morales Cattani

Un país en guerra, o inmerso en un ‘conflicto armado interno’, es como un organismo que está bajo la acción del sistema simpático; aquel que, en nuestra bioquímica y fisiología, se encarga de mantenernos en estado de alerta y alta tensión. ‘Estar pilas’, diría la juventud.

En tiempos de paz, naciones y organismos viven en calma y estabilidad, con recursos y gastos presupuestados que se ejecutan con normalidad y en armonía. Eso es lo ideal.

En caso de una guerra o ‘conflicto armado interno’, las prioridades son otras, y lograr la victoria como objetivo final demanda inversiones y gastos no establecidos en condiciones normales. En estos escenarios, hay que replantear las prioridades y hacerlo de manera urgente, aquí no importa el costo y los esfuerzos que debamos hacer para salir airosos, porque el bien común está sobre los intereses personales y todos ‘deberíamos ajustarnos los cinturones’, con mayor razón quienes evaden, o les han sido condonados sus impuestos. Aquí, ‘todos somos la selección’.

Aumentando la capacidad asociativa, nos sentiremos más seguros frente a una agresión, aceptando que la sociedad tiene como enemigos internos a personas que pertenecen a bandas delincuenciales nacionales, apadrinadas por organizaciones políticas y estructuras criminales internacionales de gran poder económico. Esto obliga a la necesaria ayuda internacional.

En un Ecuador invadido y agredido desde dentro y desde afuera, debemos convencernos que ‘para vivir en paz, hay que estar preparados para la guerra’, porque así es la naturaleza humana. Importante este nuevo desafío para las Fuerzas Armadas y Policía Nacional, que una vez más justifican su presencia y permanencia dentro del Estado; los resultados obtenidos evidencian su profesionalismo y el inquebrantable compromiso con su pueblo, aunque hay pocos que, lastimosamente, se contaminaron. Adicional, se ha dado un ‘golpe en el hocico’ a periodistas, parlantes y campaneros de grupos terroristas que, ya sin careta, ahora sufren de ‘culillo’.

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