‘Árboles podados: un lamento urbano’

Verónica Narváez

Verónica Narváez Terán

La semana pasada volvimos al penoso escenario de tener que presenciar podas antitécnicas en nuestro arbolado urbano, regresamos en el tiempo al paisaje de ciudad donde podan no solo ramas, sino hasta el tronco de los árboles tal cual lápices sacados punta enterrados en el parterre del anillo vial.

Acortada su vida, mutilados y afectado el paisaje de la ciudad, ahí están lo que queda de los arbolitos, todo a pretexto, esta vez, de combatir la inseguridad. Resulta que ahora la gran medida de seguridad es podar los árboles, ya que estos impiden la visibilidad de las cámaras de seguridad (sí, aquella seguridad de la que no tenemos rastro, pero está escondida en los árboles del anillo vial).

Sí, desconozco de medidas de seguridad, hago “mea culpa” por mi tremenda ignorancia y suponer que es más coherente bajar o subir las cámaras a otros puntos estratégicos y, claro, no atentar con más destrucción a los árboles que sí que han encontrado formas de crecer con sus heridas y ramas amorfas ¡Qué vergüenza siento por no tener la capacidad de comprender tan valiosa medida de seguridad para evitar tanta violencia e irrespeto a la vida que tenemos en la sociedad!

De sobra decir que es evidente que: No se justifica de ninguna forma la mala poda, tala de los árboles urbanos. Miles de personas en el mundo estamos comprometidos en la lucha por concienciar el cuidado de la biodiversidad en las ciudades.  Ahora, en la construcción del Plan de Desarrollo y Ordenamiento Territorial se vislumbra una oportunidad más para dejar en claro que la visión de ciudad que queremos está estrechamente ligada a nuestro entorno característico de Santo Domingo, la que incluye en primer lugar nuestra naturaleza.

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