Actitud ante los padres

Luis Intriago Luna

Luis Intriago Luna

(segunda parte)

Siendo este comentario parte del artículo anterior; la apología que vinimos haciendo sobre el flaco favor de la ley de la niñez y la adolescencia, la misma de alguna manera ha socavado las bases de la obediencia y la cooperación de los hijos en el hogar; es que el hijo menor que trabaja y ayuda a sus padres no se frustra ni retrasa su crecimiento físico ni psicológico por ayudar a sus padres, igualmente el corregir con firmeza o aplicar un castigo no destruye su personalidad, obviamente cuando se castiga con amor sin odio ni coraje al contrario crea bases sólidas para evitar caer en la delincuencia y ayuda a identificar los posibles delitos futuros. Hay ejemplos por millares de aquellos que han sido criados con dureza y en el decurrir del tiempo jamás han caído en delitos y prácticas inmorales.

Existen dos formas de acabar la delincuencia: una sería asesinar a todos los delincuentes y otra educar al niño desde la cuna; ustedes saben que la primera propuesta no es válida y no es posible por ser absurda, pero obviamente la segunda es la correcta y válida por ser inocua e inequívoca para ayudar a que los hijos se formen integralmente desde el inicio de su existencia y así evitaríamos que estos ingresen a la pandilla, al crimen y a los cementerios de forma prematura. 

Hoy a los padres no les queda sino el sentido común y no dejarseg engañar por los “vendedores de sueños de perros rabiosos” y agarrarse de los preceptos bíblicos y los valores de Carreño, con amor y buen ejemplo para sacar a sus hijos adelante.

Estos agradecer y ocuparse en atender a sus viejos socorriendo oportunamente y con amor cuando estos lo necesiten, así lo determina la Biblia: “los hijos y nietos deben recompensar a sus padres” (1 Timoteo 5:4). La ley es más exigente al respecto, faculta a los padres demandar a los hijos ante un juez por alimentos, cuando estos irresponsablemente los desatienden. 

Convendría recordar a los hijos que la generosidad es una virtud que paga la inversión al ciento por uno y si es para sus padres tiene además una promesa divina la de prolongar la vida aquí en la tierra con salud y prosperidad. Hasta que ello ocurra. Que Dios nos ampare.

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