Un Ecuador de oportunidades

Hace unos 70 años, mis abuelos llegaron de Yugoslavia a Latinoamérica, buscando las oportunidades que en su propia nación la guerra les había arrebatado. Las encontraron en Ecuador, país que los acogió, donde formaron su familia y donde siguen hasta hoy.

Pareciera que ese Ecuador que les brindó oportunidades para crecer, no solo a mis abuelos sino a muchos otros migrantes de la guerra y otras calamidades, ya no existe. Hace mucho tiempo ya, las oportunidades se encuentran limitadas, no solo para los migrantes que siguen llegando, sino también para los propios ecuatorianos.

Cabe preguntarse cómo un país tan rico puede ser tan pobre o, replanteando la cuestión, cómo un país con tanto potencial puede ofrecer tan pocas oportunidades. Paralelamente, hoy, existe una gran esperanza de que las cosas cambiarán.

Las oportunidades se generan de la confianza, de la institucionalidad, de construir a largo plazo. Sentar esas bases, reestructurar las reglas de juego y nivelar la cancha son parte de un ejercicio que requiere de muchos recursos y esfuerzo, y cuyos frutos no necesariamente serán visibles en el corto plazo. En un contexto en el que, además, la desaceleración de los daños causados por la pandemia es una tarea urgente, diseñar políticas que logren continuidad a través del tiempo constituye un doble reto.

Lograr un Ecuador de oportunidades necesita una visión más amplia que el cuatrienio presidencial. Construir políticas de Estado y no solo de gobierno, fortalecer el país y no solo el capital político, son necesarios para lograr verdaderos cambios. Caso contrario, estaremos frente a un gobierno limitado a su supervivencia política. De esos, ya hemos tenido muchos.

Lo interesante de las oportunidades es que no se generan en una sola vía. A través de ellas, el país también se nutrirá y podrá seguir creciendo con base en los proyectos y sueños de todos ecuatorianos, séanlo por nacimiento o por decisión.