Llegó la Navidad

Cuando cursaba el colegio, el maestro de Literatura nos pidió escribir una reflexión sobre la Navidad y mi mente juvenil recordó lo que vi en una calle céntrica de la ciudad: un niño lustrabotas que miraba los escaparates llenos de luces y juguetes vistosos, inalcanzables para su pobreza y realidad.

Mi texto gustó, sirvió para una buena nota, pero nunca imaginé que por un emotivo favor del entonces coordinador de Diario El Comercio, el insigne señor César Larrea, a quien llegó mi redacción, seguro por vía de su hijo, también César Larrea, mi compañero de colegio, se publicaría como artículo de opinión en el vespertino quiteño Últimas Noticias.

Tal vez ese suceso marcó mi vida. Fue mi primer artículo de opinión y hoy me tiene escribiendo editoriales. Lo triste de todo es que la realidad contada hace muchos años, no ha cambiado y la Navidad, fiesta que rompe toda cordura detrás del despilfarro y el más aberrante consumismo, tenga las mismas víctimas de aquel entonces: los pobres, para quienes este tiempo exacerba sus condiciones de precariedad y entristece muchos corazones.

Ciertamente a todos se nos llena la boca hablando del “verdadero significado” de la Navidad: el nacimiento de Jesús, de entre los genios el más proclivemente humano e inmensamente tierno, más allá de su papel divino de redentor de los hombres.

Una cena, un abrazo, un buen deseo deberían bastar, más aun en tanto jamás será verdadera la Navidad si solamente la conmemoramos una noche y la olvidamos el resto del año.

Los humanos, cuando ponemos criterio para discriminar, necesitaríamos válidamente estos acontecimientos para sostenernos la vida, para recapacitar en la oportunidad de expresar afectos, recomponer nuestros aconteceres, para mejorar en la relación con los demás, en el respeto ciudadano, en la honestidad, en fin, en la ética social, como cosa fundamental de la vida en comunidad.

Lamentablemente, poca gente ha cobrado conciencia de lo que vive en esta época. La mayoría, detrás de un árbol colorido de bombillos y luces, de pesebres sonoros de villancicos y de novenas sociales para exhibir el buen gusto y la opulencia de sus residencias, se han entregado a las compras sin medida, a los obsequios, aunque fuesen los mismos para diferentes personas, porque lo importante es cumplir con cada una para que se porten bien, no se nieguen a favores en el futuro, o al menos les guarden simpatía.

En pocos días se terminarán las cenas con pavo, lechón; se acabarán los dulces   y los “amigos secretos” y vendrán las deudas en pagos diferidos. Ojalá no vuelvan las disputas, la falta de tolerancia y el arribismo para justificar el éxito.

Vivamos en paz y coherencia todo el año.