¡A las armas!

Paco Moncayo Gallegos

Para Hobbes, el estado de naturaleza se caracterizaba por la anarquía, la competencia y el miedo. Los hombres estaban inmersos en una guerra de todos contra todos, sin barreras que contengan sus pasiones. Nació el Estado para poner fin a esa incertidumbre. Las personas aceptaron desarmarse y dejar en manos del Estado su protección. Locke, con otro enfoque, afirmó que los hombres, al ser jueces de sus propias causas, pueden  cegarse por sus pasiones y privilegiar sus intereses. Por esto era indispensable un gobierno civil, que proteja la vida, la libertad y los bienes de todos. En la misma línea, Rousseau consideraba que el Estado resulta de un contrato social y consiste en una asociación organizada para defender a cada uno de sus miembros y sus bienes, por medio del poder originario de cada individuo.

Estas reflexiones han servido de argumento para que algunas organizaciones, especialmente de derechos humanos, consideren inapropiado el Decreto mediante el cual el presidente Guillermo Lasso autoriza la «tenencia y porte de armas de uso civil para defensa personal de acuerdo con los requisitos de la ley y el reglamento». Los contradictores piensan que el Estado está claudicando de sus funciones y trasladándolas a la población.

El presidente considera ésta como una medida urgente para combatir a un “enemigo común… la delincuencia, el narcotráfico y el crimen organizado» y ha impuesto requisitos exigentes, como fue hasta hace 14 años cuando se suprimió esta norma. La diferencia consiste en que la amenaza fundamental de entonces provenía de la delincuencia común, ahora la amenaza es radicalmente diferente. ¿Si el efecto de portar armas en tiempos pasados fue marginal, cabe esperar resultados importantes frente a una amenaza mayor?

En sentido contrario, una parte de la población aplaude la decisión y argumenta que debe considerarse un derecho de las personas portar armas para defender la vida y la paz propia y de sus familias.  Es importante recordar que ese derecho como todos, viene acompañado de responsabilidades, que deben ser asumidas con conciencia clara de los riesgos, para evitar futuras lamentaciones. Esperemos que el remedio no sea peor que la enfermedad.