Picaihua, una tierra de deporte y trabajo

La iglesia es uno de los sitios más visitados en las fiestas.
FE. La iglesia es uno de los sitios más visitados en las fiestas.

Este sector fue conocido por la elaboración de hamacas y su amor por el deporte, que hasta hoy se puede palpar los fines de semana.

La memoria de las parroquias está en su gente, en el diario vivir, en las fiestas, en las recetas del pan y de la fritada, en el futbol barrial de los fines de semana y en el compartir con los vecinos.

Franklin Pico Arcos tiene 83 años, nació en Picaihua, aquí se casó, tuvo sus hijos, conoció a sus amigos y vivió su niñez, se jubiló como trabajador municipal luego de 31 años de servicio.

Don Franklin cuenta lo difícil que era vivir sin transporte ni alumbrado público, pues para ir a trabajar o regresar se debía tener cuidado al caminar por los chaquiñanes. “En esa época yo trabajaba en el Municipio y tenía que irme a las tres de la mañana para poder llegar al camal a las seis en punto, antes no habían carros ni carreteras, eran puros bosques de eucalipto”, cuenta.

Pico fue testigo del terremoto de 1949, apenas era un niño, pero las imágenes de la nube de polvo luego de que todo se moviera como si acababa el mundo no las olvida hasta hoy.

“Se destruyó todo, ese día mi mamacita y mi hermana estaban tejiendo, fue luego del almuerzo que estábamos en el patio, mi hermana Clorinda estaba cerca de la casa, vino un temblor fuerte, pensamos que ya iba a pasar, mi hermano Rodrigo me jaló de la mano para que me retire de las paredes, pero vino el temblor más fuerte, se cayó la casa y mi hermana con mi mamá se quedaron atrapadas, pero un señor que pasaba por ahí nos ayudó a sacarlas”, cuenta.

Los vecinos y su familia subieron a la loma e hicieron una especie de carpas con plásticos. “Ahí amanecimos, habían temblores y la gente subía llorando, luchamos bastante, después de un tiempo volvimos a reconstruir nuestras medias aguas”,  asegura.

La casa de don Franklin estaba ubicada atrás de la iglesia antigua de la parroquia, que también se derrumbó con el terremoto. “Ni cuenta nos dimos con todo lo que pasó, solo había una gran nube de polvo que cubría todo, cuando se despejó nos dimos cuenta que la iglesia y la mayoría de casas se derrumbaron”, cuenta.

Hamacas

A mediados del siglo XX Picaihua era conocida por sus hamacas, estas eran tejidas con cabuyas que crecían en el sector, los papás de don Franklin elaboraban estas artesanías y los sacaban a vender en Ambato.

“Mi mamacita hacia hamacas e iban los lunes a las tres o cuatro de la mañana a vender con los vecinos, caminaban hasta Ambato en grupo, porque en el sector del colegio Guayaquil habían unos tremendos eucaliptos y asaltaban los ladrones que se escondían ahí, entonces se reunían para evitar que les roben”, cuenta.

Los compradores llegaban desde todo el Ecuador, pues todos los procesos eran hechos en la parroquia y esto aseguraba la calidad de los productos. “Traían las pinturas desde Ambato y les daban color, me parece que costaban unos tres sucres las hamacas”, afirma.

El deporte

El futbol era el juego preferido de los adolescentes de la parroquia, lo que ahora es el parque servía de cancha en las tardes. “Ahí también jugábamos la pelota nacional, los domingos salíamos a distraernos y los vecinos venían a ver”, comenta.

En Picaihua el futbol es una actividad sería y muestra de esto es el club ZB fundado en 1941 y donde don Franklin jugó por varios años. “Cuando el equipo llegó a ser más grande ya íbamos a las parroquias, en Latacunga jugamos, un partido que fue transmitido, nos llevaban ya a varios lugares, a la costa y hasta en Guayaquil jugamos, nos mandaron goleando”, cuenta entre risas.

Una de las anécdota con el equipo sucedió en una invitación a Quero, ellos estaban ganando el partido, pero personas en caballo invadieron la cancha e insultaron a los jugadores. “El finado Nelson Sánchez nos digo tranquilícense guambras, no importa perder, ya vine viendo la recepción, no importa que perdamos, pero nos van a tratar bonito”, cuenta.

Del equipo y de los tiempos del ZB tiene grandes recuerdos mientras jugaba de defensa. “De mi o pasaba la bola o el jugador, pero nunca los dos juntos, por eso me decían el destroncador”, bromea.

La festividad que Pico considera como la más grande y colorida es la que se realiza el 15 de enero en honor al patrono de la parroquia, San Isidro. “Hay capitanes y fundadores, hay bandas en cantidad, vienen las mejores, se ponen tarimas, hay mucha gente de fe”, afirma.

Don Franklin regresó hace apenas un mes de Italia, país que visitó debido a que sus hijos migraron. “Mis guaguas me llevaron, fui un mes y días a Roma, pero ya vine, porque mi Picaihua es Picaihua, claro que allá es lindo, pero siempre donde uno nació es en donde se está cómodo”, confiesa.

 

 Zapatos a medida

José Córdova tiene 52 años y lleva el arte de hacer zapatos en la sangre, pues su padre también practicaba este oficio. “Desde mi papá viene todo, él trabajaba en suela, ahora es más moderno y trabajamos en plantas”, cuenta.

Córdova trabajaba en una de las fábricas más nombradas de aquel tiempo, aquí estuvo ocho años, hasta que decidió tomar su mochila y viajar por Sudamérica en una travesía que duró dos años.

“Esas experiencias son buenas y malas, regresé a seguir con el calzado, a mi sí me gusta, me nace esto, regresé y me puse a hacer chompas y carteras, pero bajaron las ventas, mi hermano se gradúo de diseñador y nos pusimos juntos el taller, él se fue y yo me quedé”, cuenta.

La pandemia fue una prueba para él, pudo vivir con sus ahorros, pero para levantarse tuvo que hacer un préstamo que lo ayudó a sobrellevar las deudas y pérdidas.

El calzado de Córdova resulta especial, pues el material en que trabaja es puro cuero y, además, ofrece el servicio de zapatos a la medida, para quienes tienen medidas especiales o formas que no se adaptan a los productos hechos en serie.

Córdova tiene su taller en el centro de Picaihua junto al GAD parroquial y abre de lunes a domingo.

 

La deliciosa fritada

Si hay algo típico que comer en Picaihua es la fritada de doña Mirian Zamora, ella tiene 60 años y el don de la cocina viene heredado de su madre Beatriz Herrera que tenía la venta en un pequeño quiosco en el parque.

Aquí se ofrece fritada todos los días y los platos van desde los 2,50 dólares. “Con la manteca del chicharrón se fríe la carne, aliño y el secreto especial que es la leña”, cuenta.

Los fines de semana la demanda por su fritada es tan alta que en ocasiones al medio día ya no queda ni un chicharrón en la paila.

Para doña Mirian esta parroquia es parte importante de su vida, aquí creció e hizo su familia. “La tranquilidad es lo lindo de acá, cuando ya no estoy aquí voy a mi casa, donde tengo un terrenito para los pollitos y animales”, cuenta.