Niños y adolescentes de zonas rurales de Tungurahua ‘sueñan’ con ser parte de organizaciones delictivas

Los niños y adolescentes aseguran que ser parte de estas bandas delictivas les ayudaría a salir de su situación de pobreza.
Temor. Los niños y adolescentes aseguran que ser parte de estas bandas delictivas les ayudaría a salir de su situación de pobreza.

Muchos niños y adolescentes, sobre todo de las zonas rurales y urbano – marginales de la provincia, creen que su forma de salir adelante es mediante el ‘apoyo’ de las organizaciones delincuenciales.

David tiene 16 años y es un experto fumando, ahora está aprendiendo a montar motocicleta, su tío es quien, en sus ratos libres le enseña, no lo hace su papá porque hace poco más de tres años emprendió viaje hacia los Estados Unidos en busca de un futuro mejor.

  • Pero creo que es mejor para él porque a mí, a mi mami y a mi abuelita no nos manda nada.

Toma una larga calada a su cigarrillo doble cápsula y empieza a hacer gala de sus habilidades con el humo. Dice que fuma para tranquilizarse porque siente “al diablo dentro”.

No habla mucho, se soba y sopla las manos para que se calienten un poco, pues en su comunidad, más arriba de Pasa en Ambato no hay más de cuatro grados.

Al inicio es reacio a hablar, porque no quiere ser juzgado, esquiva la mirada y pide que nada de lo que vaya a decir se lo cuenten a su mamá o a su abuelita, pues él es quien debe velar por ellas y no quiere ir a “cana”.

Toma fuerza y de golpe cuenta que está aprendiendo a manejar la motocicleta porque quiere ser “recadero” de una banda delincuencial, un amigo le dijo que pagan bien y que por cada “camellito” recibiría entre 50 y 80 dólares para empezar.

  • Con que me pagaran unos 30 dólares por hacerles un par de viajes al día yo si le hago, sabe el respeto que ganaría sabiendo que no soy cualquier botado, nadie se metería conmigo o con mi mamá, ni siquiera la familia de mi papá.

Al otro extremo de la provincia, en una comunidad de Píllaro está Kevin de 15 años. Su situación es un poco diferente a la de David, pues él vive con sus papás, las condiciones no son las mejores, pues en su familia la violencia ha sido el denominador común desde que recuerda.

 

TOME NOTA 
Según datos de la Dirección de Niñez, Adolescencia y Familia de la Policía de Ecuador (Dinaf), en 2021, la Policía detuvo a 1.975 niños y adolescentes, para 2022 la cifra creció a 2.129.

 

Esa necesidad de escapar y de buscar un ‘refugio’ en dónde sentirse libre y completo lo llevaron a juntarse con varios amigos, uno de ellos le dijo que él era “buen material” para reunirse con uno de los miembros de una banda organizada, de quien prefirió no decir el nombre.

  • Esos manes tienen plata y presencia, cómo no vamos a querer estar ahí si ellos nos apoyan en todo lo que queremos.

Al contrario de David, a Kevin le dijeron que para iniciar en su «trabajo» como recadero le iban a dar un teléfono nuevo para que pueda estar en contacto siempre.

El adolescente cuenta que luego de su primer «viaje», como premio le dieron unas zapatillas de marca, de las que siempre quiso, pero que jamás hubiese podido tener si no fuese por sus «padrinos» quienes lo «apoyan» en todo. Ahora, viendo su progreso, dos de sus amigos también quieren ser parte de la misma organización, pero no sabe si ellos tengan el mismo «temple» para «medírsele a las que sean, porque, eso sí, los mandados tienen que salir porque tienen que salir bien».

  • Cumplir los sueños no es fácil, hay que camellarla duro, pero siempre he querido libertad y ahora la estoy consiguiendo.

La historia es aún más preocupante para Luis y Mireya de 11 y 13 años, respectivamente, quienes viven en la zona alta del sur de Tungurahua y cuentan que su mayor anhelo es ser “poderosos y con mucha plata” para comprarse lo que quieran, ese deseo los lleva a leer a través de la internet historias reales de mafiosos y delincuentes que han sido reconocidos a nivel mundial.

 

El incremento de la pobreza y las estructuras familiares agrietadas hacen que los niños y adolescentes busquen un sitio en donde sentirse importantes.
TEMOR. El incremento de la pobreza y las estructuras familiares agrietadas hacen que los niños y adolescentes busquen un sitio en donde sentirse importantes.

 

Para Mireya es necesario estar preparado porque no se sabe “en qué momento uno se puede encontrar con la suerte”.

  • La vida es difícil, a veces tenemos que comer solamente arroz con maduro, con tomate, pero conozco gente que come carne todos los días y si en algún momento me encuentro con alguien que me ofrezca un trabajo en el que pueda mejorar los ingresos de mi casa lo haría sin problema.

Sobre los estudios dice que no le llama la atención el colegio y que asiste porque no le “queda de otra”. Ciencias Sociales es su materia favorita, aunque no siempre la entiende bien le pone “ganas”, porque su maestro le recomendó ver un par de documentales y así fue como empezó a ver las historias de reconocidos capos internacionales.

Aunque a Luis sí le llame más la atención el estudio, prefiere jugar fútbol, pero no siempre tiene los implementos necesarios para hacerlo, mucho menos sus padres tienen el dinero para ponerlo en una escuela, pues quiere ser futbolista, su otro sueño sería ser como Luka Modrić.

  • Quisiera ser jugador profesional, pero como va a ser imposible, no voy a negar que quisiera poder trabajar con alguien que tan solo de verlo le haga dar miedo a los demás.

 

EL DATO 
Solamente entre enero y junio de 2023, la Policía detuvo a 1.326 niños y adolescentes por delitos como tenencia ilegal de armas, sicariato, microtráfico, robo a personas y otros asociados al crimen organizado.

 

Una visión desde lo profesional

Para el jurista Gonzalo Jijón, estos son los perfiles que prefieren las organizaciones delictivas pues los menores, mucho más si están en condiciones de vulnerabilidad, son más fáciles de manipular.

Así ellos aprenden rápidamente del ‘oficio’ de ser microexpendedores dentro de sus mismas instituciones educativas o barrios, si es que no los llaman para cosas más peligrosas.

Además, Jijón menciona que como son menores de edad cuando son detenidos reciben medidas sustitutivas, lo que se suma a que, por su edad, su identidad es protegida a toda costa por la ley y eso les permite seguir en el mismo mundo sin que sean notados y cuando sean mayores de edad van a contar con toda la experticia del caso para seguir delinquiendo.

Añadió que “nuestra sociedad no concibe que un niño pueda ser malo o esté involucrado en este tipo de actividades delictivas y eso también provoca que las bandas vean en ellos la ‘carnada’ especial para reclutarlos sin remordimiento”.

Mientras que para la psicóloga clínica Gladys Jurado, quien es parte de una fundación que trabaja con menores en estado de vulnerabilidad, explicó que la deserción escolar, el incremento de la pobreza y las estructuras familiares agrietadas, hacen que los niños y adolescentes busquen un sitio en donde sentirse importantes y que les prometa tener un mejor futuro.

Por eso menciona que el trabajo no implica solamente que la Policía y las Fuerzas Armadas salgan a las calles, sino que desde el Estado se trabaje de manera integral en todos los aspectos sociales, pues aunque la pobreza es el mayor detonante para que los menores se vean atraídos hacia este tipo de mundos y actividades, no siempre es así ya que muchas veces es el sentimiento de soledad y desapego dentro de la familia, que puede contar con los recursos para satisfacer sus necesidades, lo que los empuja a buscar refugio en esas organizaciones que prometen ser “familia”.

“Si como padres no estamos pendientes de nuestros hijos ellos van a crecer con vacíos que van a buscar llenarlos de alguna manera y ahora con el acceso a internet que muestra películas, series y novelas que romantizan la delincuencia, hace que nuestros niños sean presas muchos más fáciles para los delincuentes”, resaltó.

Ambos profesionales piden al Estado que se tomen las acciones debidas para garantizar, a través de políticas de protección, el crecimiento sano y saludable de los niños y adolescentes. (DLH)

 

 

Desde lo social

Para los expertos, la presencia del narcotráfico y sus bandas criminales no es algo nuevo en la región y el país. Su esencia delictiva se manifiesta con una violencia inusitada como las que se producen a diario, esto último nunca antes vivido en el territorio ecuatoriano.

Aunque parezca inaudito, la criminalidad, en ciertas zonas hasta se ha ido convirtiendo en la cotidianidad, lo que provocaría que los niños y jóvenes también vean eso como ‘normal’ y quieran sentirse parte de esas actividades que son la principales motivaciones de conductas antisociales en el país.

Para el sociólogo Hugo Vásquez, este problema está íntimamente ligado a la existencia de factores estructurales como la pobreza, falta de empleo, al acceso a la educación, a la salud y en general a que se suplan de manera adecuada las necesidades de la ciudadanía.

Sostiene que en esta crisis social que está atravesando el país no se puede dejar de lado la debilidad institucional existente, ya sea por la seguridad pública, el sistema judicial, el poder legislativo y hasta en las mismas instituciones seccionales, pues estas dan ciertas libertades para que la seguridad ciudadana no se trate de manera integral.

“Si lo niños ven en las noticias o las redes sociales que tal o cual delincuente entró a la cárcel por un crimen ‘x’ y sale campante a la calle, creen que van a poder replicar lo mismo sin problema”, sostuvo el sociólogo y añadió que esa “ineficiencia institucional” también manda el mensaje inadecuado que luego de purgar la pena, en caso de hacerlo, “se puede salir a gozar del dinero conseguido por el delito cometido”.

Esta realidad da paso a que la actividad delictiva de la delincuencia organizada, sea cada vez mayor entre los jóvenes, pues es precisamente este grupo etario el que es atraído por estas organizaciones que les prometen salir de su situación de pobreza de manera fácil y rápida, lo que posteriormente se traduce en más delincuentes violentos y muertes en las calles.

Por ello el Gobierno debe trabajar en políticas estatales que cubran estas necesidades primarias para que el problema empiece a tratarse desde su misma raíz y con ello se le brinden oportunidades reales a los niños y adolescentes de superarse y buscar salir del entorno en el que están creciendo.