Así fue el Ambato de la independencia

Historia. La ciudad tuvo varias características que la hacían única.

Varios son los textos que hablan de las virtudes de esta tierra y de sus habitantes, incluso el mismo Simón Bolívar prefería los productos que se elaboraban aquí. 

Ambato en 1820 era un tierra que se estaba recuperando del terremoto de  1797, catástrofe que sumió en el hambre y pobreza a sus habitantes, las erupciones del Tungurahua también causaron estragos severos en la siembra, debilitando la economía y el ánimo.

En la Enciclopedia sobre la historia de Tungurahua del autor Julio Castillo Jácome se incluyen varias descripciones sobre el Ambato de aquella época, donde se dice que la ciudad estaba rodeada de huertos y jardines, con varias casas de personas adineradas y notables de la época que incluso sirvieron como hospedaje para el ‘Libertador’ Simón Bolívar que visitó por varias ocasiones la ciudad.

La ciudad

El Ambato de 1820 contaba con dos plazas, la principal en donde hoy se levanta el parque Montalvo y la de San Bartolomé, actualmente parque Cevallos. En estas se realizaban las ferias de los domingos y la calle principal era la Real que hoy lleva por nombre Bolívar.

Los techos de las casas eran de teja, paredes de piedra o adobe y rodeadas de jardines regados por una acequia que corría por la calle Real.

Existían tres conventos: dominicos, mercedarios y franciscanos, además, de una capilla y la iglesia central, el cuartel y una escuela.

Según Castillo, una de las principales fuentes de trabajo e ingresos de aquella época era la agricultura y las grandes haciendas de Miraflores, Sabañag, Guaslan, Hipolonguito, Chiquicha, Huambaló, Cusubamba, Cahuají, Patate con las de Leíto, San Idelfonso, San Javier, Tunga Tontapí y Pitula.

Ambato mantenía su reputación de ser una tierra llena de grandes artesanos que demostraban su talento a través de la elaboración del pan, zapatos y muebles finos.

También se cultivaba la caña de azúcar, con esta se fabricaba panela y aguardiente. Los huertos frutales existían en varios sitios debido al clima y suelo que permitían su crecimiento.

El pan

Según Castillo, en 1792 el obispo Calama visitó Ambato y quedó impresionado con el famoso pan. Con el objetivo de mejorarlo, aconsejó fabricar otro tipo de hornos que debían tener forma de bóveda y hechos de ladrillo, el suelo debía ser de baldosas de un cuarto de grosor, bien ajustadas sobre una mezcla de cal, con sal y arena.

Además, creó un premio de 50 pesos sencillos al pandero que le presente un pan bien amasado, bien cocido y bien fermentado. 

El buen pan debía ser el que en su interior formare ojos y cuyo migajón se desmenuzara fácilmente en muy pequeñas migajas, sin que de ninguna manera se apelmazara. 

El paisaje urbano 

Isaías Toro Ruiz, quien fue escritor dedicado especialmente a la investigación histórica, habla del Ambato de aquella época y dice que existían muchas casas de paja principalmente en la calle Lalama, la mayoría de las vías no estaban empedradas y tampoco existían veredas regulares.

En la plaza mayor, actualmente el parque Montalvo, no existía ningún monumento y se podía encontrar una pileta en el centro y la casa de la familia recién se comenzaba a levantar, la segunda plaza San Bartolomé (parque Cevallos) estaba llena los domingos de feria.

El colombiano Francisco José de Caldas visitó Ambato siete años después del terremoto y entre sus descripciones citó: “Tiene una situación agradable y bella. En un plano casi a perfecto nivel que se extiende de norte a sur en toda la longitud, tiene una colina pequeña al sureste que le pone a cubierto de los vientos impetuosos a que se están expuestos los demás pueblos de la Cordillera en los meses de julio, agosto y septiembre”.

Caldas también escribe sobre el problema de agua de la ciudad, pues la pileta que existía en el centro de la plaza no contaba con agua debido a la destrucción de los canales con el terremoto de 1797, lo que obligaba a sus habitantes a ir hasta el río Ambato para abastecerse de agua luego de un largo trayecto.

“Pocos lugares necesitan de una fuente abundante con más urgencia que este. En la mitad de su plaza he visto una que no corre desde el 4 de febrero de 1797, época infeliz y que los últimos siete años no han podido restablecer”, escribió Caldas.  

Caldas describe a la ciudad con calles alineadas y agradables que tienen en lo principal dos series de sauces de una alameda en el centro de la población, con una entrada adornada con una plazoleta o plataforma con “algunos adornos no del  mejor gusto y que hacen conocer a primera vista el estado imperfecto y decadente de la arquitectura”.

También se describe a la ciudad como un lugar en donde cada casa tiene un espacio cultivado, donde se nota alfalfa, arboles de capulí, durazno y hortalizas.

Se habla de un Ambato con casas no más altas de un piso por el miedo a los temblores y terremotos que azotaban a la zona. 

“Todo es reciente en Ambato, todo se reedifica, y el edificio más antiguo apenas cuenta siete años. Al frente de la iglesia ha colocado el corregidor un reloj de sol, vertical sobre una columna. La plaza es espaciosa, la iglesia de madera, medianamente adornada; tiene un convento de franciscanos y dos hospicios, el uno de dominicos y el otro de mercedarios”, describió.

Caldas vuelve a hablar sobre lo importante de la feria y los productos que se comercializan en esta, que llegan desde diferentes puntos. También elogia el clima y las agradables temperaturas.

“A orillas y en vegas del río se crían, las peras, y Ambato goza del privilegio exclusivo en toda la extensión del virreinato de proveer y recoger este fruto delicioso”, escribió.

El sabio califica a Ambato como “el frutero de Quito” debido a que desde aquí salían manzanas, duraznos y más productos que se cosechaban en abundancia debido a las características del suelo y el clima.

Algo que desde aquel tiempo nunca pasó inadvertido fue el pan, que hasta el mismo Caldas elogió. “La harina es excelente y afamado su pan, en que nada se exagera”, escribió.

Una de las descripciones de Caldas habla de su camino hacia Quero y su paso por el sector de Gauchipamba donde observa que todo este espacio es seco, arenoso y lleno de pencos, donde no encontró fuentes de agua.

Los productos preferidos de Simón Bolívar

Bolívar en su visita a Ambato observó muy impresionado “la gran concurrencia en las plazas con la infinidad de artículos que se expenden al aire libre, causándole muchísimo interés los cueros y el calzado, tanto que dispondrá la confección de gorras, morriones y zapatos para el ejército”, cita el historiador Isaías Toro Ruíz en sus escritos.

“Que las gorras y zapatos que manda a construir en Ambato se fabriquen en la mayor brevedad; que todos los veteranos que existan en el departamento dispersos se recojan”, es el texto que cita Toro de los archivos del Libertador sobre la fabricación de equipo para Bolívar.

Isaías Toro Ruiz cita varios escritos que dan a entender el gusto y preferencia de Simón Bolívar, por lo que fabricaban en Ambato, incluso en uno de los textos de las órdenes del Libertador se pone énfasis en que todos los equipos que le haga falta a la caballería se hagan aquí.

Zapatos, gorras, cartucheras y jáquimas fueron algunas de las cosas que Bolívar mandó a elaborar en Ambato para el ejército independentista, pues consideraba que aquí se ofrecía gran calidad en el trabajo. 

 “Que estas dos mil cartucheras y dos mil gorras se hagan construir en Ambato y no en Quito, pues el acarreo y condición de los materiales de una parte a otra es una incomodidad y un trabajo inútil, habiendo además mejores artesanos que en Quito, para este género de manufacturas y siendo Ambato el lugar más abundante de materiales”, es parte del texto de la correspondencia del Libertador.

Pero no solo se fabricaban elementos de cuero para el ejército, pues en otros archivos se menciona que en Ambato también se fabricaban prendas para los soldados de Bolívar. 

“Se mandaron a construir en Ambato algunos vestidos y no ha sido posible por falta de paño S.E. me previene diga U.S. haga solicitar paños del país y los remita a Ambato lo más pronto posible para que allí o en esta se construyan los vestuarios que tanta falta hacen a los usares y otros cuerpos”, cita el texto de Toro Ruiz.

El historiador Homero Viteri escribe en la revista ‘Ecuatorial’ de 1924, que desde Ambato también se proveía al ejército libertador de baquetas, frenos y bayetas, jergas y paño, suelas, camisas y harina, actividad que convirtió a este territorio en un lugar de mucho comercio y trabajo beneficiando a los artesanos de la localidad.