El derecho a discrepar / El Tiempo

En la Asamblea Constituyente debe mantenerse incólume el derecho democrático a discrepar franca y lealmente, pero no a los clásicos obstruccionismos que tanto daño han causado.

Con motivo de la iniciación de la Asamblea Constituyente, se halla en el debate público uno de los derechos fundamentales inherentes a todo sistema democrático, esto es el derecho a discrepar en el seno de los órganos colectivos.
Existe la impresión de que la mayoría amplia que tienen los sectores pro gobiernistas en la Constituyente se consideran investidos de la verdad y única verdad, cuando en una democracia ésta se construye por medio de los consensos.

Es evidente que la gran mayoría pro oficialistas que posee la Asamblea marcará la tónica de su accionar, ya que no sería lógico que los sectores minoritarios que no alcanzaron mayormente el favor popular en los comicios últimos pretendiesen imponer sus propias reglas de juego en la Constituyente. Sin embargo, como toda minoría, merece ser escuchada y respetada, obtener representaciones en las comisiones y ser considerada con derechos iguales al resto de los asambleístas.

Muy grave resultaría para el país que la mera imposición de los votos mayoritarios resolviera situaciones polémicas y que necesariamente requieren de consensos para arribar a soluciones ventajosas no para una mayoría o minoría de asambleístas, sino para el país y su futuro. El juego limpio debe imponerse, la transparencia, el espíritu democrático, por sobre maniobras y exclusiones.
Igualmente, los sectores oposicionistas deben actuar con lealtad a los anhelos de cambio que requiere el país y sin segundas intenciones desestabilizadoras, uno de los peores males que han acarreado el inmenso desprestigio de nuestras anteriores Legislaturas, entrabadas en intereses particulares o de grupo, que causaron daño al sistema democrático ecuatoriano.

La imposición tanto como el obstruccionismo de mayorías o minorías representadas en un colectivo de elección popular es algo negativo, en lo cual esta Constituyente no debe caer si se pretende cambiar de verdad los deficientes comportamientos democráticos y madurar en nuestra vivencia en democracia direccionándola hacia un sistema pluralista y maduro, a la búsqueda de las mejores soluciones para el país.