Jaime Costales: «El desafío es que sepamos que es hermoso ser ecuatoriano»

El académico, analista y escritor es partidario de una revolución pacífica en el país.
El académico, analista y escritor Jaime Costales. (Archivo)

El académico, escritor y analista, especialista en psicología social y política, devela lo que nos pasa. Desmenuza la depresión colectiva. El país debe ir a terapia, dice. Lea su receta.

Jaime Costales Peñaherrera es uno de los más completos académicos en el área de ciencias sociales y un apasionado por un cambio positivo en Ecuador.

En una de las pequeñas oficinas del edificio Newton, de la Universidad San Francisco de Quito, enseña sobre la revolución no violenta en el país. Su tenacidad ha hecho que en lugar de transformar su idea, la vaya reforzando con el pasar de los años.

A pocos días del Bicentenario de la Batalla del Pichincha, el pensador, académico y escritor, con doble PhD, identifica un mal: la depresión colectiva. Pero va más allá del diagnóstico.

En el diálogo usa palabras que desnudan el comportamiento diario de los ciudadanos y las élites. Este reconocido especialista en psicología social y política, ofrece salidas para la ciudadanía. Nos ofrece una receta. Lea esta entrevista.

Vivimos una época muy convulsionada en lo político y en lo social. Vemos muertes, asaltos, vemos crisis. Pero parece que esto es una consecuencia de lo que hemos atravesado durante los últimos años. ¿Es así?
Sí. Es la cosecha de una sociedad que se sabotea a sí misma, porque la mayoría de la población cree que no merece tener una buena vida. Hay un profundo sentimiento de desvalimiento y de inferioridad en la historia del Ecuador. Eso se agudiza en los momentos de crisis. Sumado a eso está la pandemia, que nos ha desestabilizado tan hondamente en el mundo y, por supuesto, en el país. Más la brutal crisis de 14 años de un gobierno manipulador, caudillista, que envenenó la conciencia colectiva. Y, finalmente, con una situación, que no acaba de salir a flote, con un gobierno actual que parece perdió la brújula o que se debilitó tanto en el ejercicio del poder, que nada en la crisis. Eso lleva a una profunda desesperanza de gran parte de la población.

Las encuestas precisamente señalan eso. Más de la mitad de los ecuatorianos creen que nos va a ir bien en el futuro, pero el resto considera que el futuro va a peor. ¿Vivimos una depresión política y social en el Ecuador?
Hay un evidente trastorno del estado de ánimo hacia la baja en el Ecuador, fruto de todos estos aspectos que hemos mencionado: históricos, políticos, económicos, pandémicos. Entonces, hay un desencuentro del Ecuador consigo mismo. A ratos, el pueblo ecuatoriano, es un pueblo que se odia a sí mismo, que no cree merecer democracia, ni respeto, ni estabilidad, sino que quiere un patrón que le patee y le putee. Por supuesto, no todos. Pero sí un importante número de la población. Y esa misma población cree que está destinada al sufrimiento, como si fuera el único horizonte. Entonces, se sabotea a sí misma. Es una población, esa parte, adicta al sufrimiento, la que provoca que sigan dirigiendo líderes de distinta naturaleza.

Golpea escucharlo. ¿Cuáles son estos rasgos que hacen ver que el Ecuador no se quiera a sí mismo?
Tiene altibajos profundos. El mismo hecho de que no hayamos permitido que gane el correísmo las elecciones es más bien algo alentador. Eso demuestra que hubo una madurez ciudadana que entendió el daño inmenso que nos hizo el correísmo y el caudillismo autoritario, que nos sigue haciendo, por supuesto. Pero en el fondo hay una parte de la población que se acostumbró al maltrato, al maltrato sistémico. Cuando el maltrato social, económico, político, incluso intrafamiliar, es el pan de cada día, gran parte de la población asume esa mentalidad de maltrato y se convierte en víctima, que deja de ser proactiva y no busca las soluciones, sino que espera que un milagrero le salve. Por eso es que yo propongo, como a usted le constará desde hace décadas, que el Ecuador necesita un proceso de psicoterapia colectiva profunda, intensa, un cambio de la conciencia y de la mentalidad hacia una salud mental prevaleciente. Pero hay mucho que desintoxicar en esta adicción al sufrimiento.

Doctor, ¿si estuviera en sus manos la posibilidad de ejecutar acciones que lleguen a la mayor cantidad de población ecuatoriana, por dónde iniciara esa terapia?
Un proceso de psicoeducación a gran escala. Aprovechando los medios y las redes sociales. Tanto los medios tradicionales como las redes nuevas. Porque ahora usted encuentra que, hasta las personas con mayores limitaciones económicas, tienen celular y, algunos de ellos, celular inteligente. Entonces, la posibilidad de llegar a la población con nuevas estrategias psicopedagógicas para el cambio de mentalidad es real. Creo que la solución, la gran revolución que tenemos que hacer, es no violenta, es pacífica, democrática, con valores éticos profundos y es una revolución de la conciencia. No solo en el país, esto es planetario, porque el mundo entero esta profundamente patologizado. La guerra de Rusia contra Ucrania es una muestra de la patología social que prevalece en la vida contemporánea.

Ahora, supongamos que usted tiene los medios, las redes, usted tiene el poder. ¿Cuál sería una tarea concreta para este propósito de bien?
La tarea fundamental en el caso ecuatoriano es revalorizar el ser ecuatoriano. Hacer una psicopedagogía social a buena parte de la población, ojalá la mayoría, que le haga sentir que ser ecuatoriano no es una tara ni una desventaja, sino que es hermoso. Incluso, que es un desafío existencial, que es una posibilidad maravillosa de construcción social y democrática. Hay que fomentar ese orgullo sano de ser ecuatoriano. Y en el plano de la humanidad, el reconocimiento de que somos un solo planeta y que tenemos una misión sagrada, como decía el filósofo Pierre Teilhard de Chardin, de proteger la totalidad de la vida, no solo la vida humana, sino toda la biósfera. Por eso propongo un nuevo modelo social. Hay que trascender al capitalismo y al socialismo, ir a un nivel mucho más avanzado. Lo llamo personalismo sinérgico, porque implica la protección de lo individual, la autonomía, la libertad de conciencia y los derechos individuales. Pero a la vez es una capacidad de sinergia, de cooperación creativa y pacífica, con los demás y con la naturaleza.

Precisamente, hay un enfrentamiento entre el cambio hacia el futuro y el regreso al pasado. En lo político, se forman unas mayorías donde el populismo domina y quienes buscan la transformación parece que se quedan sin herramientas, sin personas que ayuden o que instalen válvulas de escape. En medio de este ambiente, los ciudadanos, ¿qué debemos evitar?
Con todas las críticas frontales, sanas, respetuosas, hacia el gobierno por varios errores, hay que reconocer el enorme acierto de la vacunación, por ejemplo, que tiene unas consecuencias gigantescas de beneficio para la sociedad. Pero a la vez tenemos que evitar que el populismo retome el poder y la influencia, porque el populismo es una patología de la democracia. Y cuando es populismo autoritario, es doblemente patológico. Entonces, esos cantos de sirena de que mejor estábamos con Rafael Correa, que hay que regresar al caudillo, es una estupidez colectiva. Hay que decirlo con claridad, pero a la vez con afecto. Por eso creo, desde hace años, que una tarea fundamental en el Ecuador es la ‘despendejización’ colectiva. Nos merecemos una sociedad mejor, una democracia estable y líderes de altísima calidad, con otro nivel de conciencia. No nos merecemos tener estos populistas que son una verdadera tragedia social y política.

En Ecuador parece que siempre esperamos a un salvador. Y no solo el ciudadano, sino las élites. Ahora vemos cómo se nos viene encima una mayoría correísta, populista, manipuladora, y somos espectadores. ¿Las élites también están contaminadas?
Sí, en realidad afecta a las élites económicas, sociales e, incluso, a la academia. Buena parte de la academia ama a los caudillos y les canta loas a los caudillos. Hay parte de la academia que es correísta. Recordemos que parte de la academia se puso a favor de Abdalá Bucaram en las elecciones de 1996. Incluso algún académico calificó a Bucaram como una especie de Quijote… Imagínese la distorsión que hay en parte de la academia. Justamente por eso se necesita esta psicoterapia social que nos enseña que el camino no está en salvadores, no está en gurús, no está en ‘couch’ políticos, como se les califica a los asesores. El camino está en que la ciudadanía se vuelva proactiva. Y hay una oportunidad de oro por el Bicentenario de la Independencia. Entonces, este mayo tiene que transformarse en un acto de conciencia colectiva, de defensa propia, de revalorización del amor patrio. El patriotismo profundo es una obra de heroísmo colectivo para despertar y poner freno a los manipuladores. Pero también es necesario que el Presidente despierte y que se dé cuenta que no solamente es un administrador de la gestión pública, sino que puede ser un líder que ayuda a despertar la conciencia colectiva.

Estamos tratando de salir de un modelo populista y autoritario de 15 años. Pero hay un grupo que quiere resultados inmediatos. ¿Qué recomendación le haría usted a estas personas?
Yo digo tajantemente: solo tiene derecho de cuestionar lo mal que esté el país, una persona que esté quebrándose, literalmente, el lomo por hacer un país mejor. Y quien no está haciendo eso, quien no está haciendo un sobreesfuerzo heroico por mejorar el país, mejor que guarde silencio porque es parte del sobrepeso, de la carga muerta, que tenemos como pueblo. Hay que hacer que el ecuatoriano promedio se enamore del país, que tenga ese apasionamiento afectivo intenso para que lo defienda, lo cuide, lo proteja y evite que nos sigan asaltando esta banda de delincuentes que pulula por Latinoamérica y, por supuesto, en el Ecuador.

Finalmente doctor, usted habló del Bicentenario. Es una gran oportunidad para ver hacia el futuro. ¿Cuáles serían sus recomendaciones a seguir?
Que nos inspiremos en el coraje y en la visión patriótica de los héroes de la Independencia. Pero no para creer que ellos ya hicieron lo suyo y eso es todo, sino que despierte en nosotros el héroe interno que tenemos, con la obligación patriótica de este momento. Es el momento de volver a ser héroes con coraje, con dignidad y con una profunda pasión por el país. (JC)