Anemia y anomia

César Ulloa

Nuestra sociedad padece de anemia y anomia. Y aunque estas palabras no tienen el mismo significado, sin embargo, caracterizan a la realidad de cuerpo entero. En primer lugar, la población delata cansancio, debilidad y falta de aire, en definitiva, fatiga cívica como resultado de un acumulado histórico que se exacerba cuando salen a flote los casos de corrupción e impunidad. A la vuelta de la esquina se evidencian atracos millonarios que no se compadecen con un país empobrecido, debido a las malas administraciones locales y nacionales, y también a la enfermiza consecución de intereses particulares. Hay un fracaso de las élites de todo tipo.

Las consecuencias de esta fatiga combinan incredulidad por las instituciones del Estado, desinterés para participar en la actividad política, resistencia a la apropiación de los espacios públicos y finalmente un “sálvese quien pueda”. En este contexto, los referentes de la juventud se encuentran en otros países, a los cuales quieren emigrar nuestros jóvenes y lo más pronto posible. No obstante, todavía nos quedan reservorios de ética y confianza o espacios antifatiga y esperanzadores como la familia, las universidades y las organizaciones de la sociedad civil, sin perder de vista que también las Fuerzas Armadas están entre las instituciones mejor calificadas. Desde estos espacios e instituciones se pueden replantear los ánimos y enrumbar el país.

Sin embargo, si las acciones contra la fatiga cívica no son rápidas se puede dar paso, aceleradamente, a la anomia, es decir, a la discrecionalidad en el cumplimiento de la ley por parte de las personas o, mejor dicho, cada quien hará su propia ley y actuará como considere. Es decir, un escenario de relativismo ético y moral únicos. Por tanto, la anemia social puede dar paso a la anomia, en la medida de que se vaya perdiendo la esperanza en recuperarnos y reinventarnos.

Tampoco es deseable que toquemos fondo para cambiar la dirección, sino más bien  radicalizar el combate de aquello que nos hace daño como la mala política, la corrupción y la desorientación de las elites.