¿Ecuador está a punto de perder la batalla contra el crimen organizado?

narcotráfico cárcel
Un arma encontrada en el techo de una cárcel. (Archivo)

El crimen organizado se ha vuelto poderoso. Analistas ya proponen acciones contundentes, pero desconfían del actual Gobierno. La tarea será del próximo inquilino de Carondelet.

El silencio de la sociedad ecuatoriana, la falta de bulla en redes, incluso en esta etapa electoral. Más la falta de debates con resultados de los principales temas que afectan al país, y, en algunos casos, la autocensura, pueden tener una explicación.

El asesinato de Fernando Villavicencio, los dos primeros coches bomba en Quito, asesinatos, capturas de droga, jueces a la carta, asusta.

Pero esa incómoda sensación ha logrado un acuerdo tácito. Según encuesta de este mes de Click, con la toma de muestra luego de los hechos más violentos ocurridos en la capital, los ecuatorianos ven a la delincuencia (51,4%) y el sicariato (9,19%), delitos que pueden estar relacionados con la droga dice la Policía; y al propio narcotráfico (3,2%), como los principales problemas del país.

Y cuando esta encuestadora consultó sobre los problemas que más afectan en lo personal aparece la delincuencia (25%) y los sicariatos (5%).

En el problema hay acuerdo. Y está implícito que se requiere una solución urgente, que logre la reducción del crimen. La represión a los que causan el mayor sentimiento de zozobra con las armas y la droga, y la condena a quienes los ayudan, con sus acciones u omisiones.

En el primer caso, los causantes, son los narcotraficantes más visibles. Es decir, los mexicanos, colombianos y ecuatorianos que participan en el tráfico de cocaína y que dejan una estela de terror.

El coronel (sp) Mario Pazmiño, especialista en Inteligencia, asegura que en el país existe un nivel de control «bastante importante» del crimen organizado. Tienen aterrorizados a la sociedad, la Justicia está casi comprometida con el narcotráfico y el Estado, asegura quien fue Jefe de inteligencia del Ejército, es casi indiferente a las acciones que se producen a nivel nacional. El crimen ha ganando espacio y es grande, dice.

De esto hay dos ejemplos recientes. Uno, en el caso de los coches bomba, del 30 y 31 de agosto, se sabe que las amenazas llegaron una semana antes. Y de un preso de alias Palanqueta.

Este presunto integrante de Los Lobos habría amenazado directamente a personal del SNAI que se encarga de organizar los traslados de los cabecillas de las narcobandas ecuatorianas para que pierdan su poder.

Los autos estallaron. El primero frente al ministerio de la Mujer y Derechos Humanos, que lidera el sistema de Rehabilitación Social; y, el segundo, en el centro de capacitación de los presos que han obtenido la pre-libertad.

Dos. Hace tres días se viralizó un video en el que se amenaza, nuevamente, al personal del SNAI. Les vamos a poner las calles de cabeza, dice la voz del video. En esa grabación, que sería del grupo delincuencial Los Lobos, se nombra a personal de la institución que maneja las cárceles y funcionarios estatales que se encargan de los movimientos de presos. Según fuentes de esa entidad, ya han renunciado dos. Existe personal con custodia permanente. Hay miedo.

Otros analistas, aparte de Mario Pazmiño, hablan, en privado, de la grave situación. Prefieren no hacerlo públicamente por temor a represalias de las bandas criminales. Saben que las cárceles ya no son parte del Estado. Dentro, tienen su propia ley. Son fortines delincuenciales desde donde se manejan poderosas redes, incluso conectadas con organismos de control, en especial la Justicia. Y tienen dinero para eso. Lo saben bien.

Pazmiño ha bautizado a las cárceles como “santuarios”. El analista considera que este ya dejó de ser un problema policial. Y ya no debe ser tratado como tal.

¿Qué hacer para salir de este hueco? En reserva, los analistas ya perdieron la esperanza en las acciones de este Gobierno al que le queda menos de tres meses. Dicen que, el que venga luego del 15 de octubre, deberá tomar duras acciones o no habrá retorno. Son fatalistas.

Pazmiño, por su parte, propone militarización temporal, pero total, de la frontera sur y norte; militarización de puertos y aeropuertos; presencia disuasiva permanente. Pero además reformas legales para sanciones ejemplares a los criminales, sobre todo para sus bolsillos.

Pero también, y es algo que puede ser una cosecha de sus permanentes contactos fuera de Ecuador: una fuerza multinacional de Inteligencia. A largo plazo. Todo esto viendo hacia el futuro. (JC)

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