Nosotros los católicos

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Carlos Freile

No importa cuántos seamos, si mayoría o minoría, lo cierto es que no sonamos ni tronamos; la influencia ejercida por nuestro colectivo es nula y casi nadie se entera de lo poco o mucho que hacemos por la sociedad nacional y por sus miembros más olvidados. Tampoco se sabe o no se quiere reconocer la influencia positiva dejada por nuestra comunidad a lo largo de los siglos, dicho sea sin olvidar sus fallas, sus cobardías, sus componendas, presentes siempre en la Historia de la Humanidad, también entre quienes nos critican y vilipendian.

Esta jeremiada nace de varias causas, tan solo me referiré a una de ellas, expresión del estado de ánimo nacional: dentro de un año, aproximadamente, se celebrará en Quito un Congreso Internacional, sobre el cual pesa el silencio, el quemeimportismo y la antipatía, pues va contra la corrección política; se trata de un Congreso Eucarístico, el número 53 a nivel mundial, los cuales se celebran cada cuatro años desde 1881. Nuestra América ha recibido a cuatro desde 1934: Buenos Aires, Río de Janeiro, Bogotá y Guadalajara, este último en 2004.

A pesar de la penuria económica que nos agobia, los ecuatorianos deberíamos aprovechar este acontecimiento de varias maneras; sin lugar a dudas la primera debería ser reflexionar sobre nuestra miseria moral, sus causas mentales relacionadas con la educación y sus consecuencias para el mal vivir de las mayorías. También los alejados de la fe católica podrían aprovechar la oportunidad para recalcar los valores de nuestro pasado y presente, librarlos de la pátina de falsedades masoquistas que los empañan para reconocer herencias positivas llegadas de orillas diferentes a las suyas.

Me pregunto, si unos pocos miles de personas lideradas por un personaje con ideología extraña a nuestro ser nacional mayoritario lograron paralizar a un sector importante del país y provocar pérdidas millonarias, nunca superadas, ¿por qué no nos unimos los ecuatorianos de buena voluntad para lavar la cara a la Patria? Nosotros los católicos construimos este país, desde las primeras escuelas y universidades, hasta los primeros orfanatos y refugios para enfermos de Sida, desde las primeras gramáticas de lenguas nativas hasta los primeros libros científicos, los primeros mapas, las primeras historias…Bien podemos esperar un abrazo fraterno y práctico de los otros para presentar al mundo un Ecuador merecedor de respeto y apoyo.  Nosotros los católicos pondremos el hombro en el Año Eucarístico Nacional, ellos que lo pongan en diversas facetas de nuestra realidad perfectible, el rescate de la moral, que pasa por el rescate de la familia,  pongo como ejemplo.