Estudiantes universitarios encuentran en la calle, con todos los problemas de seguridad que implica, la única alternativa para sus encuentros, el consumo de alcohol y disfrutar de la música.
Carlos Lascano, estudiante de la Universidad Central en Quito, experimentó una situación alarmante hace apenas una semana. Fue víctima de un caso de intoxicación por escopolamina justo en las inmediaciones de su alma mater, cerca de un punto reconocido como La Piedra de Administración.
Este lugar ha evolucionado en un punto de encuentro recurrente para diversos universitarios, provenientes tanto de la Universidad Central como de institutos tecnológicos cercanos.
A lo largo del tiempo, La Piedra de Administración ha sido testigo de la congregación de numerosos grupos de amigos que se reúnen allí para charlar, pasar el tiempo y consumir alcohol.
Según el relato de Carlos, él estuvo en este lugar desde las 17:00 acompañado por amigos. A medida que avanzaba la tarde, cerca de las 19:00, sus compañeros comenzaron a retirarse, mientras él se unió a otro grupo que continuaba la conversación.
Sin embargo, aproximadamente una hora después, Carlos comenzó a sentir una somnolencia inexplicable. Fue una señal de alerta que lo llevó a recobrar la conciencia mientras estaba sobre su motocicleta, luchando por evitar ser robado.
A pesar de las diversas opciones de entretenimiento disponibles en la zona, algunos jóvenes prefieren evitar lugares como «la Foch» debido a preocupaciones de seguridad. En lugar de eso, eligen alternativas más íntimas, como reunirse en las casas de amigos que viven solos.
Carolina, una joven de 20 años, recibe a sus amigos en su hogar para reuniones ocasionales. En estos encuentros, todos contribuyen económicamente para comprar bebidas y aperitivos mientras trabajan en sus tareas y conversan.
Qué piensan los jóvenes
La Hora tuvo acceso a entrevistar a estos jóvenes el viernes 25 de agosto, quienes compartieron sus perspectivas sobre este fenómeno. La falta de un lugar específico para poder disfrutar de su tiempo libre se hace evidente.
María José, estudiante de la Católica explica que no se trata únicamente de bares, sino de espacios temáticos donde puedan cantar karaoke, disfrutar de bebidas y que no sean tan costosos. Además, sería beneficioso que estos lugares están cerca de sus centros de estudio. En el pasado, existieron opciones similares, pero han sido cerradas.
Carlos, estudiante de la Central menciona que deberían existir lugares para beber y bailar que no sean tan costosos. Espacios abiertos donde puedan sentarse, escuchar música sin interrupciones.
Luis Viracocha, uno de los jóvenes que utiliza los espacios fuera de la Universidad Central, explica que ‘La Piedra’ se ha convertido en un punto de encuentro ineludible para una juventud sin mucho dinero para divertirse.
Quejas de los habitantes
Las opiniones de los habitantes del sector también son valiosas. En los alrededores de la Universidad Católica, se han registrado quejas continuas por parte de los residentes.
Mariangel Cedeño, residente de la zona, destaca que los jóvenes no respetan horarios para consumir alcohol en las aceras. Se congregan de lunes a viernes para beber en lugares como Jerónimo Carrión, Ventimilla, 12 de Octubre, Tamayo, entre otros. A cualquier hora, es común ver grupos de jóvenes bebiendo en cada esquina.
A partir del lunes a las 08:00, ya se pueden observar jóvenes bebiendo, pero desde el miércoles hasta el viernes, a partir de las 14:00 se convierte en un problema, similar a lo que solía suceder en la Mariscal Foch.
Durante estas horas, grupos más grandes de jóvenes, a menudo ebrios, ocupan el espacio, con música a todo volumen desde autos.
A pesar de que los policías solicitan revisar las mochilas para verificar el consumo de alcohol y exigen la retirada, apenas las autoridades se alejan, los jóvenes regresan al mismo lugar después de 30 minutos. Esto se convierte en un juego constante de «gato y ratón».
Este problema se agrava con jóvenes ebrios, vómitos en las aceras, peleas y comportamientos inapropiados. Parece que no comprenden que esta zona es principalmente residencial, afectando a los habitantes del sector.
Las tiendas de la zona juegan un papel fundamental en este escenario. Vendiendo alcohol, muchas de estas tiendas, a menudo cercanas a colegios como el Manuela Cañizales, han sido clausuradas debido a quejas.
“Aunque se clausuren durante 1 a 3 semanas, al reabrir, la venta continúa. La falta de control es evidente, a pesar de las regulaciones existentes que no se aplican” explica Cedeño.
Además, esta situación atrae a delincuentes que saben que estos jóvenes en estado de ebriedad son objetivos fáciles para robos. Esto no solo pone en peligro a los jóvenes, sino también a los residentes de la zona.
Los sábados y domingos son los únicos días en los que los residentes pueden disfrutar de paz y tranquilidad. Los alrededores de la Universidad Católica se están transformando en algo similar a la Plaza Foch, y este problema podría salirse de control si no se toman medidas adecuadas.
De mayo a agosto la AMC ha clausurado 12 negocios, especialmente alrededor de las universidades, Católica, Politécnica Nacional y Politécnica Salesiana.
Según la Ordenanza Municipal 308, los bares, discotecas y licorerías deben estar a una distancia no menor de 200 metros de un plantel educativo o universidad.