Daniel Marquez Soares
Cada vez más autores echan mano de un viejo relato ruso (hay versiones similares en diferentes culturas) sobre la naturaleza humana para explicar el presente. Iván era miserable y tenía un vecino que, aunque también paupérrimo, al menos tenía una vaca. Una tarde Dios se presenta a Iván y le concede un deseo. Iván podría pedir cualquier riqueza o experiencia; no obstante, opta por un sencillo deseo: que muera la vaca de su vecino.
Los brasileños se sumaron al grupo de pueblos que han decidido saltar al vacío y entregarle el poder a un autoritario frenético. La explicación más tentadora y simplona para este fenómeno es apelar al viejo mito del votante binario e ideologizado: solían apoyar a la izquierda pero, al sentirse traicionados, se vuelcan a la derecha, como un cliente que cambia de proveedor.
Esta explicación pasa convenientemente por alto el hecho de que a la gente la ideología suele importarle un bledo y que son capaces de contemplar mucho más que dos opciones. Pero preferimos creer esos mitos antes que aceptar la triste realidad de que los votantes, cada vez más, añoran un incendio.
El discurso de políticos como Jair Bolsonaro se basa en magnificar obscenamente los defectos del presente, pintar un escenario apocalíptico; simultáneamente, ensalzan un supuesto pasado de paz y prosperidad. Así, la receta es sencilla; basta destruir el presente, como quien arrasa un ala mal construida de un edificio, para que todo vuelva a estar bien. Por eso no ofrecen nada ni necesitan comprender nada; basta con prometer castigo, venganza, cárcel, persecución y devastación. Y a la gente le encanta. A la larga, si todo está tan mal, ¿qué hay de malo en dejar que cunda la destrucción?
No es un giro ideológico, sino un descenso de categoría, una animalización generalizada. Los brasileños creen que han evitado en convertirse en una Venezuela, pero, paradójicamente, están votando por Bolsonaro por los mismos motivos que los venezolanos votaron por Chávez (que también era un exmilitar autoritario): odio, castigo, venganza. Como Iván, lo único que añoran es la muerte de la vaca del PT y vitorearán el incendio de Bolsonaro.