Eduardo Naranjo Cruz
Encontré que hace 26 años, en esta columna clamábamos por un país libre de corrupción, la que era evidente en ese entonces en todos los niveles, incluidos, políticos, magistrados, policías, etc. Pasó una generación entera, y nada cambió, solo nos diferencia un hecho: entonces el tema se trataba frontalmente en casi todas las páginas editoriales de los diarios decentes, pero no en los titulares donde se veía cautelosas reservas.
Tal el caso del arreglo que hizo con Texaco el gobierno de Durán Ballén, para dar por concluida su responsabilidad sobre la gigantesca contaminación en la Amazonía, arruinando hasta hoy vidas y ecosistemas.
Todo será vano, el país no tiene solución ni la tendrá, el 90 por ciento de aspirantes a políticos y líderes populares embaucan a los creyentes en función de sus expectativas, en tanto que para estos es lograr poder y dinero, los resignados dirán que es inherente a la condición humana, es cuando aparece el escepticismo sobre la justicia.
Un abogado señala que una de las típicas estupideces en la formulación de leyes, que las hacen políticos “letrados”, cada vez que se les ocurre fabricar nuevas normas, en lugar de introducir enmiendas que sería correcto, ahorraría tiempo y simplificaría trámites, en la actualidad numerosos juicios se invalidan, porque en el largo transcurso de los procesos cambiaron las “leyes”.
Otro jurista maestro del derecho, sostiene que los principios son únicos desde los griegos, pero hoy que se trata de derechos, sólo se habla y defiende que las normas bien concebidas son protectoras de las personas, pero en su interpretación y aplicación hay distorsiones que producen magistrados ignorantes o “desbalanceados” al ejercer justicia. La esperanza está en el 10 por ciento de honestos.