Mosaico lírico: Te tocará el azar

Autor: Gerardo Luzuriaga Arias | RS 73


Yo soy un hombre sincero. Por eso te digo que me gustas cuando callas porque estás como ausente. No hay ofensa, son sólo palabras, digo. No conoces el precio de las palabras, dices. Las palabras no hacen el amor. Ni la felicidad. Fuerza del corazón, golosina y veneno. Tu corazón, viva imagen de tu demonio o de tu dios. Besos vanos, fríos abrazos. El corazón es pobre de vocabulario.

Voy a ocultarme en el lenguaje. En el fluir de la conciencia. O en el flujo del capricho. No existe tal fluir, sólo saltos y sobresaltos. Apenas fragmentos, pedazos de deseos. Hay que decir lo decible, que equivale a mentir. Recomenzando siempre el mismo discurso. Escribo unas palabras y al minuto ya dicen otra cosa. Un hombre canta para espantar su miedo. El poeta no pone en claro su mensaje, no repara siquiera en los milagros. Permítanme decir que la escritura es una habitación a oscuras. Mejor así, progenie de papel y de grafito, mejor que te devoren. Con las palabras vaciadas ¿qué hacemos? Pronombres irreflexivos, oraciones siempre subordinadas. El universo perverso del verso. Versa y viceversa. Pasó el tiempo de las armonías, que venga la disonancia, bienvenida sea la incongruencia.



Yo soy un hombre sincero —repito—, de un país bonito pero fatigado por sus penas. Pertenezco a una raza sentimental, y puedo decir cosas como éstas: “Por la mañana el porvenir me encanta” o “El sol es mi héroe”. Doy vivas a la vida bajo este cielo mortal. Tuve esta rara certeza, la ilusión de tener el mundo entre las manos. Tengo unas ganas locas de gritar “Viva la Cordillera de los Andes”. Será mejor volver a ese valle del Sur. La cocina donde humeó algún sabor frugal. El arroyo de la sierra me complace más que el mar. Otras casas, otras puertas avivan el compás de la memoria. Los corredores sin fin de la memoria. A veces veo en mis manos las manos de mi padre, quizás en la noche sueño sus sueños. En la sonrisa de las señoras veo la triste sonrisa de mi madre. Apenumbró su corazón la flor del olvido. ¿A dónde regresar si sólo evocas? No queda sino seguir adelante, ojalá por buen camino. Caminante, no hay buen ni mal camino, se hace camino al andar.

Al nacer, ya caímos en la trampa. Yo he perdido un centro que nunca tuve. No es raro que te duela el sinsentido del mundo. ¿Dónde pedir auxilio sino en la Tierra? Los anillos en que un planeta baila sin hallar salida. Todo tan claro que da miedo. Un paso al frente y dos o tres atrás. Lo malo es que no podemos devolvernos, porque cuantas veces desandamos el camino habremos perdido otros tantos días. No es el fin del mundo sino el atardecer. Vemos en el otro a distancia cómo y con qué vértigo envejecemos. ¿Hay futuro, entonces, o no hay futuro? Ya uno tiene derecho a muy pocas cosas. Un día como éste, te tocará el azar. Cada uno muere como puede. Del polvo al polvo, del miedo al miedo, de la
sombra a la nada. El ciego monopolio de la muerte. Contra la muerte no cabe nada, ni siquiera disfrazarse. Mientras, el tiempo cierra su abanico. *

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*Crédito y homenaje a: José Martí, Pablo Neruda, Rodolfo Usigli, Octavio Paz, Olga Orozco, Nicanor Parra, Fina García Marruz, Sebastián Salazar Bondy, Jaime García Terrés, Norberto Juarroz, Francisco Madariaga, Enrique Lihn, Ernesto Mejía Sánchez, Rafael Cárdenas, Saúl Yurkievich, Mario Antonio Montesdeoca, Heberto Padilla, Jaime Jaramillo Escobar, Guillermo Sucre, Gabriel Zaid, José Carlos Becerra, Alejandra Pizarnik, Francisco Cervantes, José Manuel Arango, Gonzalo Rojas, Giovanni Quessep, Hernán Lavín, Antonio Machado, José Emilio Pacheco