Derechos y torcidos

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Carlos Freile

Algún defensor de los Derechos Humanos se ha rasgado las vestiduras porque el presidente Guillermo Lasso presentó al Dr. Pier Pigozzi como candidato a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, entre otras razones porque es militante antiaborto. Con esta actitud se niega al presidente el derecho de escoger candidato acorde con su visión de la realidad, se niega al Dr. Pigozzi el derecho a defender el derecho de los niños no nacidos a nacer, se niega el derecho de uno y otro a tener opiniones diferentes a las impuestas desde los centros de poder internacional, se niega el derecho al presidente a defender la soberanía del Ecuador frente a las decisiones tomadas sin consultar a la gente.

Constatamos que en nuestra época algunos derechos están torcidos: su defensa se usa para imponer ciertas ideologías como si fueran verdades absolutas y negar el derecho correcto a pensar y actuar de acuerdo con la propia conciencia. Quede claro que la torcedura también se entromete cuando niega el derecho a discernir entre lo bueno y lo malo conforme a los dictados de la propia razón, bien informada y empleada con riguroso método, no por capricho o por órdenes abusivas impuestas desde cualquier poder.

Se tuerce el derecho también cuando presuntas mayorías imponen sus criterios a supuestas minorías. Aquí cae como anillo al dedo el aforismo de Nicolás Gómez Dávila: “El volumen de los aplausos no mide el valor de una idea. La doctrina imperante puede ser una estupidez pomposa. Tan trivial reparo  suele escapar, sin embargo, al espectador amedrentado”.  Dejo al esfuerzo del lector el sopesar la pertinencia de las tres partes del aforismo, tan solo me permito colaborar con un par de guías: en primer lugar, otro ejemplo de sabiduría sobre el tema de los aplausos: “»guarde para su regalo / esta sentencia, el lector: / si el sabio no aprueba, malo; / si el necio aplaude, peor». En segundo lugar, llamar la atención sobre el vergonzoso hecho de que muchos aceptan falsos valores por miedo a la presión mediática, por incapacidad miedosa a enfrentar los ataques coordinados de las masas cretinizadas.