La informalidad: nuestro mayor desafío en el siglo XXI

Ramiro Canelos Salazar | RS 87


La informalidad es una característica estructural de la organización productiva y de los mercados de trabajo en América Latina. Más de la mitad de la PEA desarrolla sus actividades económicas en condiciones laborales de alta vulnerabilidad y precariedad respecto a sus ingresos, condiciones de trabajo, acceso a derechos laborales y a la protección social lo que imposibilita reducir la pobreza y la informalidad de forma significativa.laborales.

Los magros resultados macroeconómicos reflejan nuestra insuficiencia estructural para crear empleos formales y de calidad a una tasa sostenida y suficiente. El desafío es complejo tanto en el diseño como en la aplicación de políticas públicas que privilegien una profunda transformación productiva y social que nos permita configurar un mercado de trabajo resiliente y dinámico, capaz de insertarse en un entorno global que demanda nuevas competencias

La informalidad es una característica estructural de la organización productiva y de los mercados de trabajo en América Latina. Más de la mitad de la Población Económicamente Activa (PEA) desarrolla sus actividades económicas en condiciones laborales de alta vulnerabilidad y precariedad respecto a sus ingresos, condiciones de trabajo, acceso a derechos laborales y a la protección social.
Por otra parte, la informalidad es el refugio social y prácticamente única alternativa de trabajo que tienen los hogares de estratos económicos bajos para conseguir recursos para su supervivencia. Desde finales de la primera década del presente siglo hasta la actualidad, se han dado una sucesión de choques externos en la región como la crisis subprime, la pandemia de COVID-19, el aumento de la inflación producto de varios factores externos: la invasión rusa a Ucrania, las restricciones en la logística internacional, el incremento de la deuda soberana y de las tasas de interés internacionales, los mismos que han provocado una desaceleración económica sistemática y volátil expresada en un crecimiento real que alcanza apenas al 1,1% anual durante el período 2000-2022 y que se refleja en el mercado de trabajo a través de mayores índices de subempleo e informalidad.
Los magros resultados evidencian la insuficiencia estructural de la región en crear empleos formales y de calidad a una tasa sostenida y suficiente, imposibilitando una mejora en la distribución del ingreso por la falta de obtención de ingresos tributarios para aplicar una política fiscal que financie los gastos sociales (educación, salud, protección social, seguridad ciudadana); y así, reducir la pobreza y la informalidad de forma significativa y concomitantemente impedir que se amplíe la fractura en la movilidad y cohesión sociales. En este sentido, los mercados laborales tienen un papel central como transmisores y reproductores de desigualdad, inequidad y discriminación o bien como motores de movilidad social y de incremento en los ingresos, el cumplimiento de los derechos laborales y la mejora de los niveles de vida contribuyendo así a la cohesión social.
En el gráfico a continuación se presentan las tasas de crecimiento anuales del PIB por habitante en América Latina y Ecuador durante un período mayor a 30 años. Se puede apreciar la inmensa volatilidad y una tendencia a la baja en el crecimiento económico.

Bajo este panorama, la pregunta esencial es: ¿cuáles son los factores que caracterizan el bajo crecimiento y su volatilidad que impiden un crecimiento sostenido de nuestras economías?
Una aproximación para responder a tan compleja pregunta es que, la heterogeneidad de la estructura económica en la región es de base productiva principalmente primaria y va de la mano con un entramado de factores sociales que configuran una matriz de desigualdad como son un amplio porcentaje de población en situación de pobreza y vulnerabilidad, bajo nivel educativo, desigualdad de género, afrodescendientes, pueblos indígenas y personas migrantes, atomización empresarial y profundas desigualdades territoriales, que estructuran un mercado de trabajo que limita la generación de empleo formal, la incorporación de tecnología propia y una mayor penetración del progreso técnico en los sectores modernos de mayor y elevada productividad, por lo que la mayor parte de la población se vincula con trabajos informales en sectores atrasados y en actividades de baja productividad e ingresos.
Bajo este contexto económico y social, se pueden identificar las diferencias de productividad a partir del tamaño de las empresas (micro y pequeñas, medias y grandes) y sus formas de inserción laboral asociadas a tres sectores: uno tradicional, con bajos niveles de productividad e ingresos; otro moderno, cuyas actividades están ligadas fundamentalmente al sector exportador, grandes empresas, niveles significativamente más elevados de productividad y cercanos a la frontera tecnológica de los países desarrollados; y finalmente, un sector intermedio, caracterizado por niveles medios de productividad.
En el gráfico a continuación se aprecia esta realidad en Ecuador de forma evidente; así las empresas grandes que representan el 0,5% del número total de empresas son responsables del 82,6% de las ventas a nivel nacional. En el otro extremo están las microempresas que representan el 93,9% del total de empresas y sólo alcanzan a representar el 0,5% de las ventas totales.

Al relacionar esta heterogeneidad estructural y el mercado de trabajo según el tamaño de las empresas , vemos en Ecuador que el estrato de alta productividad incluye a trabajadores de las empresas con más de 200 trabajadores (Empresas grandes); el estrato intermedio, integrado por los empleadores y los trabajadores de las pequeñas y medianas empresas (que tienen entre 6 y 199 trabajadores); y el de baja productividad, es aquel que tiene capacidad para integrar un máximo de cinco personas ocupadas, entre ellos los trabajadores por cuenta propia no calificados, los trabajadores familiares no remunerados y los trabajadores domésticos. En consecuencia, este sector de baja productividad es considerado el equivalente al sector informal. En el siguiente gráfico que incluye datos de América Latina y Ecuador se resaltan dos aspectos: altos porcentajes de informalidad en América Latina (mayor 50%) y del país (60%-70%) en sectores urbanos de baja productividad y con mayor discriminación hacia la mujer; y, una invariable tendencia de mantenerse en esos porcentajes, lo cual revela el problema estructural mencionado y con picos al alza en los años de crisis económicas (2008, 2014, 2019).

Es esencial construir un mercado laboral dinámico que requiere desde el lado de la oferta, inversiones en educación y formación profesional para enfrentar las exigencias del mundo del trabajo del siglo XXI, caracterizadas por la revolución digital y la correspondiente demanda de habilidades en todos los sectores industriales, de servicios o agrícolas; por el lado de la demanda, hay que generar políticas de desarrollo productivo que dinamicen el crecimiento y permitan un cambio estructural hacia sectores modernos de alta productividad fomentando la creación de trabajos formales y bien remunerados. En síntesis, se requiere una estrategia integral con enfoque territorial debido a las abismales diferencias de desarrollo entre ciudades, para abordar el mayor desafío de la región: alcanzar un desarrollo que articule esfuerzos macroeconómicos, de desarrollo productivo, con mercados de trabajo dinámicos y de protección social que posicionen la inclusión laboral en el centro del desarrollo económico y social, como un elemento central de la movilidad y la cohesión social de la región y el país.