Un año y 17 días

Un año y 17 días, 382 en total, duró la Presidencia de la primera mujer indígena en la Asamblea Nacional. El nombramiento de Guadalupe Llori fue un acuerdo entre el partido de gobierno y la izquierda — Pachakutik e Izquierda Democrática—, luego de que el presidente Guillermo Lasso rompiera su diálogo con el correísmo y el Partido Social Cristiano.

Ese gesto gubernamental fue un primer paso en aras de la unidad y el cambio esperanzador por el que votaron los ecuatorianos. Ayer, ese puente que se intentó tender junto a la izquierda real —no aquella populista, antidemocrática y cómplice de la corrupción— quedó en nada, por obra del correísmo y de los socialcristianos.

Desde que supo que esos dos grupos políticos buscaban el caos político, Guadalupe Llori mantuvo una estrategia clara de bloquear los pedidos de juicio político que orquestaban. Su desgaste fue constante, bajo la mirada impávida de la clase política. Denunció los deseos de los opositores de llegar a los máximos puestos del poder Legislativo para cambiar las comisiones, en especial la de Fiscalización. Pocos le creyeron.

Llori advirtió que era el último dique anticorreísta, y así será. Sin ella, la nueva mayoría tiene vía libre para enjuiciar políticamente al Consejo de Participación Ciudadana y al Consejo de la Judicatura; luego irán por la Contraloría. Como la ambición por el poder y el miedo a la Justicia no tienen límites, irán también tras la Fiscal General; luego, le llegará el turno a Carondelet. Ciegos, los socialcristianos no alcanzan a ver más allá de este triunfo, que es solo del correísmo—aquel que ya pintaba agonizante—.