“Si yo me voy, regresa el correísmo”: Llori

La exasambleísta Guadalupe Llori.

Guadalupe Llori se ha vuelto la pulga que molesta al rey o al mafioso. Al poderoso. Da lo mismo. Se queda cada vez más sola, pero sigue firme en su intención de defender el cargo. Pero hay un motivo que tiene que ver con su propia vida. Esta es la crónica sobre una mujer amazónica que no deja de ser la piedra en el zapato de un expresidente prófugo.

El perfume de Guadalupe Llori se impregna por horas. Es un olor dulce, floral, caro e insistente. La Presidenta de la Asamblea Nacional está sentada en la cabecera de la sala de reuniones. Es la hora de almuerzo y come un arroz con pollo que trajo de su casa. Hay una mezcla de aromas en su despacho.

―Siempre he generado pasiones de odio o de amor ― dice mientras mezcla el arroz en la salsa naranja del estofado.

Cuando la secretaria de comunicación de la Asamblea, Carolina Albán, entra con papeles en la mano, se sienta a su izquierda. Llori corta un pedazo de pollo de su plato y se lo ofrece. “No, ya comí”, responde Albán. Mechita, la señora de la limpieza, entra y sale. La Presidenta insiste. Mechita regresa con un plato de arroz en el que Llori deposita el pedazo de pollo que le queda. “Coma, mijita”, le dice a Albán

Es un poco más de la una de la tarde. A las cuatro, el Pleno se reunirá y la oposición propondrá, por tercera vez, conformar una comisión ocasional que podría destituir a Llori por incumplimiento de funciones. Y ella, madre y abuela, tiene demasiado en su cabeza.

“Mi nieto se fue hoy por la mañana a España. Tiene nueve añitos. Es el más pequeño de un grupo de diez niños que se van a entrenar en un equipo de fútbol de allá. Ese es su sueño y, así de pequeño, ya lo escogieron”, dice Llori.

Tiene la voz cansada. No ha dormido bien. Se levantó a las cuatro de la mañana, se arregló para este día, fue con su familia al aeropuerto, despidió a su nieto y luego vino acá, al Palacio Legislativo, donde se empieza a definir su futuro.

En la Asamblea Nacional no la quieren

Comisión pluripartidista ad hoc.

Cuatro palabras que, desde febrero de 2022, persiguen a la Presidenta de la Asamblea

Esta comisión, integrada por cinco miembros de la oposición, se conforma de manera excepcional para analizar el trabajo de las máximas autoridades de la Asamblea y su posible destitución.

La primera vez la propuso, ante el Pleno, Mireya Pazmiño, asambleísta del mismo partido político de Llori. No se dio pasó a la petición, pero el intento le dolió a la Presidenta. En redes sociales acusó a sus coidearios de desestabilizadores. En Twitter se indignó por lo que creía que era “usar descaradamente la wipala”.

“LA PEOR VERGÜENZA”, trinó. Así, en mayúsculas.

La segunda vez que supo que iban a proponer la comisión, Llori estuvo preparada. Minutos antes de la sesión llegó una medida cautelar. Un juez obligó a los 136 asambleístas a no conocer, debatir ni resolver el pedido del proyecto de creación de la comisión ad hoc pluripartidista, por ir “en contra del debido proceso”.

Fausto Jarrín, el legislador correísta que lo iba a plantear, se quedó pasmado como fuego pirotécnico en noche de lluvia. Derrotado, en esa ocasión, se retiró de la sesión acusando de injerencia de la Justicia en la vida legislativa.

Lo correcto, según los juristas, era ingresar una demanda de incumplimiento de funciones primero al Consejo de Administración Legislativa (CAL).

De inmediato, se ingresaron tres denuncias por incumplimiento de funciones, una contra Llori y dos contra los siete miembros del CAL, que Guadalupe Llori lidera.

El CAL se reunió, para hablar de las denuncias. Llori se fue. Los que quedaron, sus detractores, aprobaron solo la denuncia en contra de la Presidenta.

Guadalupe Llori acudió nuevamente a la Justicia. Solicitó una acción de protección (otra medida legal) contra 5 de los 7 miembros del CAL que tomaron esta decisión.

Pachakutik, el partido político de Llori, llegó a la Asamblea Nacional, en 2021, con 25 curules. A menos de un año de funcionamiento, están divididos en dos bandos: los oficiales y “los rebeldes”, quienes iniciaron la idea de evaluar a su propia Presidenta. Algo que puede ser calificado de traición.

Mario Ruiz es parte de este último grupo, que busca la salida de Llori. Con su bufanda de los colores del arco iris, una camisa blanca, jean café y el cabello ligeramente húmedo, hace una pausa en la sesión de la Comisión de Garantías Constitucionales para dar la entrevista. Asegura que ellos no apoyan personas, sino proyectos políticos.

“El proyecto de Pachakutik, desde que nació, se mantiene en la lucha social contra el extractivismo, defender las juntas de agua y a las empresas públicas de las privatizaciones. Eso no ha cambiado ¿de cuándo acá se defienden banqueros?”, infiere al referirse al trabajo de la Presidenta.

El ala rebelde acusa a Llori de haber pactado con el presidente Guillermo Lasso para mantener la gobernabilidad en una Asamblea Nacional que lidera la oposición.

Varios Constitucionalistas han coincidido en que fueron exageradas las solicitudes de medidas cautelares. Para la doctora en Leyes Pamela Aguirre Castro hubo un mal uso de este recurso legal. El Constitucionalista Emilio Suárez coincide con esta visión y cree que el debate político debería solucionarse en el mismo parlamento y no politizar la justicia.

“No quiere salir de la Presidencia y, además, en el Consejo Político de Pachakutik pidió que, si la destituyen, nadie más del partido podría postularse como su reemplazo, eso ya es un capricho de guagua”, insistió Ruiz.

“Hoy es el día”

Guadalupe Llori llegó a las 09:32 a su despacho.

Media hora antes, en la sala de recepción, con tres escritorios y sin ventanas, un grupo de personas la esperaba. La jefa del despacho y la secretaria estaban en silencio. Mechita buscaba qué arreglar en esa habitación donde todo estaba en su lugar. Al fondo hay un rincón con un lavabo, una refrigeradora pequeña y un microondas. Mechita repasaba con un trapo lo ya repasado. Parecía que esperaba algo.

“¡Ya llegó la jefa!”, anunció una de las tres mujeres. Todas se levantaron al mismo tiempo. Entraban y salían por la imponente puerta de madera, color caoba y con seguro digital que resguarda el despacho de la Presidenta de la Asamblea.

En la sala de espera había un anciano. Era un sargento de 101 años que, antes de morir, quería conocer la Asamblea Nacional. Vino con su familia. Guadalupe Llori los hizo pasar. Recibió dos ramos de flores. El excombatiente de la guerra del 42 contra Perú recitó sus memorias. Guadalupe Llori escuchaba, aunque su cabeza estaba en otro lado. Ese día intentarían, por tercera vez, conformar la comisión evaluadora.

“Con la paz se consigue todo”, dijo el Sargento Narváez desde su silla de ruedas y luego cantó “Cachito mío”. Enseñó sus medallas, las de la casa barrial.

Llori se disculpó por no tener una medalla para darle. “No sabía que venía”, le dijo. Llegó el fotógrafo oficial de la Asamblea. “Tienes tantas fotos que no me has pasado”, le regañó Llori. “Viva el Ecuador”, decía el veterano de guerra… La familia se fue y regresó la tensión.

Una de sus colaboradoras la abrazó. La Presidenta, casi inmóvil anunció: “hoy es el día”. Guadalupe Llori es una mujer que desconfía. Es por su pasado. Ella nunca sabe si hay sinceridad en las muestras de afecto en lo laboral.

La traición es un acto que dice repudiar, pero que siempre lo tiene en mente. Antes de salir al ruedo. Sentada en la sala del despacho, con las piernas cruzadas. Vestida con un pantalón gris, zapatos celestes estilo balletista y con un gran lazo delante, blusa blanca y blazer crema con su collar tejido con las tonalidades de la wipala; admite que le duele que quieran arrebatarle la Presidencia “con puras mentiras”.

Y revela una parte de su pasado y  de su personalidad que golpea directamente a la oposición y la desorienta. “Ya estuve en la cárcel, he vivido cosas duras. Con esto creen que me van a amedrentar…”.

Guadalupe Llori prisionera

Guadalupe Llori estuvo 293 días en la cárcel. acusada de sabotaje y terrorismo por participar en las protestas del poblado de Dayuma contra las empresas petroleras de la zona.

“Fue la primera prisionera política del correísmo”, recuerda el abogado Pablo Guerrero, quien la defendió y la auspició gratuitamente para que saliera en libertad.

Guerrero entró casi a escondidas a la cárcel de mujeres de Quito. Tuvo que decir que iba a ver a otra persona. Una vez adentro le ayudaron a llegar a la celda de Guadalupe Llori.

La encontró dentro de una habitación de 2 por 1 metros, oscura, sin ventanas, con una litera. Ella dormía arriba. Un pequeño velador rebosaba de obsequios populares. La mirada de Llori emanaba angustia y depresión.

“El correísmo la tenía ahí, viviendo torturas psicológicas, vejada”, relata el abogado. “A mí me buscó un guía penitenciario, que por humanidad me pidió que la ayude. No conocía a la señora, pero su historia me conmovió. Entré y logré hablar con ella. Fui su confesor laico, no solo por el ejercicio de mi profesión sino por sus dolores y las traiciones de las que fue víctima. Compartimos muchas conversaciones. La gente venía desde la provincia de Orellana en buses para traerle cosas y pedir justicia. No se puede negar que es una líder de su zona”, sentencia el letrado.

Este episodio inspiró a Pablo Guerrero a escribir uno de los capítulos de la novela “El exilio del guerrero”.

Mechita, la señora de la limpieza, avala esas memorias. De hecho, recuerda bien su detención y, cuando lo cuenta, sus ojos se inundan con lágrimas.

Ese 7 de diciembre de 2007, la Presidenta estaba acostada en una hamaca y decía: “Si me quieren venir a ver, aquí estoy”. El esposo, Wilson Palacios, estaba triste al lado de ella, hasta que vinieron policías y militares.

En una operación sin precedentes, rodearon toda la cuadra. “Fue como si venían a ver a un narcotraficante. Ni a esos se los llevarían así. Los helicópteros volaban bajito, la jefa estaba en short y así se la llevaron. No sabíamos a dónde. Lo que más le dolió fue que le pegaron a sus papás”, dice con la voz entrecortada, Mercedes Hurtado, una fiel colaboradora.

Human Rights Foundation hizo varios llamados al Estado por la violación de los derechos humanos de Guadalupe Llori en la cárcel. Alek Boyd, vicepresidente de esta organización, fue a verla en prisión, en 2008 y, a su salida, dijo que el trato que recibía era “denigrante”.

25 años de vida política

En el año 2000 Guadalupe Llori fue electa alcaldesa de la ciudad de Orellana. En 2004 fue elegida prefecta de la provincia amazónica del mismo nombre. En 2007 fue a la cárcel. A inicios de 2008 la destituyeron de la Prefectura. Estuvo presa sin sentencia más de nueve meses. Salió en libertad el 28 de septiembre de 2008.

Un año más tarde, en 2009 fue elegida nuevamente Prefecta y reelegida en 2014. En 2018 renunció para candidatizarse como alcaldesa. Perdió. En 2021 fue electa como asambleísta de la provincia de Orellana.

Llegó a la presidencia  de la Asamblea Nacional luego de que el PSC, el correísmo, y el gobierno rompieron un acuerdo previo. Este incluía la designación del asambleísta Henry Kronfle del PSC como el nuevo presidente de la Asamblea. El pacto no pudo mantenerse oculto, varios medios lo publicaron. Horas antes de la votación para elegir Presidente de la Asamblea, el oficialismo optó por aliarse con Pachakutik y postular a Guadalupe Llori como primera autoridad del Legislativo. La primera mujer amazónica ganó la noche del 15 de mayo de 2021, con 71 votos.

Cerca del momento

Guadalupe Llori, no recuerda, o no quiere recordar la parte dramática de su paso por la cárcel. En su despacho, horas antes de la Sesión del Pleno, solo trae a colación a las “Lupitas”.

“Con las otras presas tejíamos muñequitas, así vestidas como yo, con el collar, los aretes. Las vendíamos entre 15 y 20 dólares y con eso mis compañeras se llevaban dinero para las audiencias”, recuerda la Presidenta.

Sus pensamientos están en lo que sucederá en instantes. “Hoy es el día y pongo todo en manos de Dios y la virgencita”.

Guadalupe Llori es católica y  muy creyente. En un rincón del despacho tiene un altar dedicado a la Virgen mexicana homónima suya.

“A mí me sigue la Virgen”, dice y muestra varias figuras, desde la pintura grande de su altar hasta unas imágenes que no miden más de tres centímetros.

Mientras reza, llegan los asesores a tratar temas mucho más terrenales. Anuncian que la oposición va a sacar nuevas denuncias en su contra. Llegan con papeles y van todos a la sala de reuniones.

La ansiedad de la política, de lo que pueda pasar, se siente en el área de la presidencia, entre las sillas, en la ventana, en la mesa, en la respiración de asesores, secretarios y abogados. Hablan de estrategias y de sorpresas. Llori escucha atenta mientras con un palillo juega a mover las semillas de tres aceitunas que había comido y siguen sobre la mesa.

Mientras discuten, la Presidenta gira la cabeza y dice: “esta es la puerta al infierno”. Tocan la puerta y la llaman. Sale con dos asesores y quedan en el comedor el abogado que la ha acompañado desde 2008, que aprovechó la pausa para quejarse amargamente.

“Todo esto sucede porque han estado 14 años en el poder y viene (a la Presidencia de la Asamblea) una persona amazónica, eso les duele”, afirma el abogado Julio César Sarango. “Yo estuve con la señora Presidenta cuando estuvo presa, eso fue terrible, no tenían pruebas para acusarla. El correísmo fue lo peor. Yo tenía la boleta de excarcelación y aun así no le daban la libertad”.

“Era taxista, así empezó. En el país sigue viva esa discriminación por ser mujer, por ser provinciana y por ser amazónica; por eso tratan de minimizar su trabajo, sus conocimientos, su ejercicio de la función pública”, señala muy indignado.

¿Cómo es trabajar con ella? “Es presionarte, exigente, estresante, hay que moverse rápido, solucionar las cosas de manera eficaz”.

¿Ha tenido encontrones con Guadalupe Llori? “Sí. Cuando estaba en la cárcel se enojaba conmigo porque la sacaba a las audiencias y ella me reclamaba: ‘tanto que me saca de aquí para nada. Ya no quiero ir a sus audiencias’. Eso no le gustaba porque me decía que la maltrataban mucho los guías penitenciarios en los traslados. Yo, en cambio, le explicaba que debía cumplir lo que le digo porque si no estábamos fregados”.

Guadalupe Llori tiene el carácter fuerte

A Llori la subestiman. Esa imagen de mujer distante, calmada, de buen humor es solo una pequeña parte de su personalidad.

¿Es tímida?

“¿Se me ve calmada?”.

Sí.

 “Bueno, es que hay que controlar el carácter, peor en este puesto. Si, sin decir nada, me atacan, me acosan, imagínese si digo algo de más”.

Entonces, ¿está contenida?

“Sí, y a veces es difícil”.

En el comité político de Pachakutik, el viernes pasado, se la escuchó gritando…

“¿Se escuchó hasta abajo?”

Sí.

Mientras sonríe con picardía, confiesa: “Verá que hubo un momento en el que casi me rayo. Tuve unas ganas de darle su buen puñete a ciertas personas, pero al menos les fui diciendo sus cosas. Lo que más me ha dolido es la traición de algunos de mi propio partido”.

Luego del almuerzo casero, el despacho entra en un gran silencio. “Esta es la soledad del poder” dice Llori.

“A veces he tenido ganas de dejarlo todo, pero luego mis compañeros me dicen que no, que siga, que no me puedo rendir, y eso me motiva. Si yo me voy, regresa el correísmo. Y no puedo hacerle eso al país. Me acusan de estar con el Presidente, pero si hasta di pasó a las amnistías que el mismo oficialismo no quería. El problema es que estoy en medio de dos fuerzas”.

La secretaria de comunicación le trae unos papeles con unas propuestas de discurso para la sesión que iniciará tan solo una hora más tarde. Lee en voz alta, hace una pausa y dice “esto es puro lere lere”. La secretaria rearma el texto. Mientras lo revisa, tacha, subraya, reescribe, la Presidenta comienza a recordar y a declamar unas frases muy de ella y, sola, empieza a sonreír.

“Antes yo era una desgranada. Yo he ganado con discursos malcriados… pero eso no escribirá”, pide entre risas.

Cuando hace una broma o dice cosas que a ella primero le da gracia, su voz se va tornando ronca hasta terminar con una risa suave y gutural a la vez

“¿Sabe qué es lo que pasa? Que mis palabras no son para los quiteños. Yo siempre digo lo que pienso. Ahora me he quedado calladita. Pero yo no soy así. Por eso el expresidente Correa me metió presa, por rebelde, hasta me acusó de violenta. Pero ¿sabe algo? Cuando estuve en la cárcel me recriminé varias veces, me decía a mí misma: ‘bien hecho que estoy presa, por dejar a mis hijitos y andar en la política’”.

Tiene que salir del despacho. Ha llegado el momento. Para darse fuerzas a sí misma, recita uno de sus mantras: “Soy Guadalupe Llori, primera mujer amazónica en la presidencia de la Asamblea Nacional. Yo más que hablar, escucho. Más que prometer cumplo. Más que pelear, trabajo. Como voy diciendo, voy haciendo”. Lo pronuncia despacio, con una entonación parsimoniosa, cantada, memorística.

Llori fue criticada en redes sociales por supuestamente escribir una “polla” en su mano en una entrevista de televisión. Llori explica que horas antes había jugado con su nieto que le pegó stickers en la espalda y en las manos y que la pega no le había salido del todo.

«Entonces, ¿no se escribió nada en la mano?»

“¡No! ¡Qués pues!”, dice.

Ya falta poco para el desenlace. Guadalupe Llori se queda con los asesores en el despacho. El silencio en la sala se intensifica cuando se cierra esa imponente puerta de madera.

Las secretarias revisan sus teléfonos. Una de ellas ve una serie que le arrebata grandes carcajadas. Mechita, de fondo también está concentrada en su teléfono, veía algo con el volumen muy bajo.

Dos pisos más abajo

Por los altoparlantes y frente a más de una decena de cámaras, micrófonos y teléfonos celulares, los asambleístas del correísmo anuncian la primicia de tres nuevas denuncias en contra de la Presidenta de la Asamblea. La acusan de “diezmos y piponazgos” mientras muestran facturas de extraños alquileres de autos por más de 700 dólares.

Semanas antes, en una intención de bajar el nivel de ingobernabilidad del Legislativo, el ministro de Gobierno, Francisco Jiménez, se reunió con los coordinadores de las cuatro bancadas: BAN e ID afines a Lasso, y del otro lado se sentaron juntos Marcela Holguín del correísmo y Esteban Torres del PSC. Estos últimos entraron con una sola petición: que Llori salga de la Presidencia insistiendo que su presencia impide que fluya el trabajo de la Asamblea.

30 minutos antes de que empiece la sesión del Pleno, el ambiente es efervescente, como en las afueras de un estadio que está por iniciar un derby. La excitación era general.

Todo está listo en la Sala Nela Martínez. Al otro lado de la bulla, Llori sale de su despacho. Nos mira, dice en voz baja “deseenme suerte” y entra por la puerta lateral al Pleno.

La trascendente sesión 772

En la sesión hubo gritos desde el inicio. La oposición propuso cambiar el orden del día. Llori no dio paso la primera hora. Los ánimos se caldearon. Varias bancadas braceaban al aire. Dos asambleístas, uno correísta y otro de Pachakutik, enfrentaron a Llori y le pusieron una Constitución muy cerca al rostro. Llori respondía: “aquí decido yo”. En la zona de periodistas hubo gritos, empujones, apuestas, vaticinios.

Llori se levantó, cedió el puesto al vicepresidente y se fue a su curul. Ese movimiento sorprendió a su equipo. Se encaramó en la silla y luego, muy sigilosamente, desapareció. El grupo parlamentario oficialista también se retiró de la sala y la nueva mayoría de oposición dio paso a la comisión que evaluará a Guadalupe Llori.

Para el abogado Pablo Guerrero, Llori está en las Ligas Mayores y con mala asesoría.

“Por eso deberíamos darle el beneficio de la duda. Si no fuera por su gestión, el Ecuador estaría peor que ahora, bajo un parlamento en manos del correísmo”, concluye Guerrero.

Recordando a la jefa

Los guardaespaldas son un medidor de la situación: cuando están sentados, todo va bien. Al día siguiente de que la oposición logró conformar la comisión pluripartidista ad hoc que evaluará a Guadalupe Llori, estaban de pie.

A la Presidenta le llenaron la agenda, no se pudo conocer si fue por distraerla o por seguir con lo planificado. Alrededor del medio día la escolta seguía de pie. Detrás de las tres puertas de vidrio que separan la sala de espera del despacho, se escucharon risas. Era Guadalupe Llori. Luego salió un grupo de gente muy elegante y muy importante. Por la otra puerta, la Presidenta salió al cóctel de alguna embajada.

En la recepción, Mechita, la señora de la limpieza, Soraya Arrobo, la secretaria y María José Rodríguez, jefe de despacho,  retiraban mesas y vasos.

Su jefa había llegado bien, no con cara de derrota. Había rezado a la virgen como siempre.

Guadalupe Llori toma un capuchino al día. Cuando está más nerviosa, toma dos o tres. El día anterior no tomó ni uno. Quizá el nivel de tensión sobrepasó los límites medibles en capuchinos

Luego de acomodar todo en su lugar, Soraya puso unas galletitas en el escritorio y comenzaron a recordar a su jefa.

“Nos gusta mimarle”, dice María José Rodríguez, jefa de despacho. “No come mucho y cuando está estresada, come menos. Siempre trae comida de su casa. ¡Ah! y es bien golosa”, dice.

A Guadalupe Llori le gustan las alitas picantes del KFC, el sushi, el agua de manzanilla con miel y el baileys. No le gustan los jugos ni las gaseosas.

Alzate, un cantautor colombiano de música popular, es su preferido. Su estilo es muy ranchero con canciones que dicen cosas como: “Maldita traición que me hace beber/ esta copa de odio, de sangre y rencor/ no quiero beberla/ pero este dolor/ me obliga a tomarla”.

“Ciudad blanca es su canción favorita”, dice desde el fondo Mechita, que pareciese que está distraída, pero escucha todo.

Conoció a Guadalupe Llori hace 40 años en una protesta y desde ahí han compartido muchos momentos de lucha. Llori era taxista en ese tiempo, inicio de los 80. Jugaban básquet en el equipo contrario. Mechita en el Orellana y Guadalupe Llori en el Juvenil. Ese encuentro era el clásico de la parroquia.

“No me la imagino a la jefa jugando básquet”, indica María José

“Era mañosísima, me hacía cochinadas, pero yo le decía que no me sorprendía porque venía de la escuela, allá en Esmeraldas”.

Mechita reconoce en Guadalupe Llori a una mujer guerrera que cambió el pueblo donde vivía.

“Cuando fue alcaldesa, cambió el pueblo. Cuando llegó a Prefecta, cambió la provincia. Pero lamentablemente, no sabemos reconocer. Hasta la persiguió ese Correa. Y todavía creo que anda rondando por aquí”, dice, sin dudar, Mechita.

“Ella te da el cien por ciento, pero si le traicionas, si le fallas…”, decía María José, pero Soraya la interrumpió

“Esa persona deja de existir. No es que se enoja, sino que le serás completamente indiferente, como si no existieras”.

“Le gusta ver a todos bien comidos”, continúa María José. “Ella puede darte la comida de su propio plato. Y, también es bonito cuando nos dice ‘mijitas’ o ‘mijitos’. Nos trata como si todos fuésemos sus hijos”.

Dos días después

Guadalupe Llori estaba de buen humor, pero tenía los ojos cansados. Se había quedado hasta la una de la mañana trabajando y a las siete ya tenía una entrevista en un canal de televisión nacional.

Estaba sentada, recitando un discurso impreso que le habían dejado. Se acomodó la blusa blanca, sacó un labial de su cartera, se fue al baño y desde ahí contaba:

“Mi hija me maquilló para la entrevista en la televisión. La pobreza llega a ese límite”.

Regresó con los labios rojo vino.

Llegó el fotógrafo. Llori lo miró seria mientras le decía que nunca le saca bien en las fotos.

Tocaron la puerta. Era su amiga y también asambleísta por Pachakutik, Consuelo Vega.

“Ponte recta”, le dijo inmediatamente Consuelo. la Presidenta mandó los hombros hacia atrás.

Llori decía que estaba tranquila y que todas las acusaciones en su contra no la preocupaban.

“Siempre estoy al filo de los controles de la Contraloría, no ve qué todo el tiempo están buscando por dónde caerme. Por eso digo, mejor. Están tan pendientes de mí que, así quisiera no puedo hacer algo malo porque me tienen controladísima”, dice, antes de soltar una carcajada.

Consuelo Vega comenzó a recitar anécdotas. También habló de las campañas políticas y lo duras que son. De que cuando una mujer llega al poder pasan muchas cosas.

“Admiro a Guadalupe. Siempre digo que, si a mí me querían llevar a la cárcel, quizá yo ahí dejaba todo”.

“ Y eso que usted es delicadita”,  respondió Guadalupe Llori. “Porque yo de jodida, soy jodida”.

Sin embargo, reconoce que no siempre fue así. Y trajo del pasado, episodios que rememora con las letras del grupo Alzate. Guadalupe Llori volvió a tener 20 años. Se emocionó muchísimo al recordar las serenatas que le daban.

“Ahora los hombres ya no son detallistas”.

¿Cuál es su regalo favorito?

Sonríe con los ojos entrecerrados, suspira y responde:

“Los perfumes”.

Y, ¿lo que menos le gusta?

“Odio que me regalen relojes. Yo nunca lo uso porque siempre ando irrespetando el tiempo”.

Una semana después

La comisión sigue trabajando de manera ininterrumpida, incluyendo sábados y domingos. Corren. Está dirigida por el PSC y el correísmo, sus enemigos políticos.

El oficialismo acusa de ilegal la conformación de la comisión porque no están los representantes de todas las bancadas.

La Fiscalía comenzó una investigación contra los 93 asambleístas que votaron ese 26 de abril por la moción de cambiar el orden del día para conformar la comisión evaluadora de Llori. La razón es que habrían incumplido una medida cautelar que prohibía hacerlo.

Llori ha dado varias entrevistas confirmando que luchará por sostener su cargo. “Solo Dios me saca del cargo”, repite en sus entrevistas. “No quería llegar a instancias legales, pero no me dieron opción”. (GVL)