Ecuador no puede darse el lujo de ignorar las graves fricciones que el mundo está viviendo. El brutal ataque sufrido por Israel y la crisis subsiguiente conllevan un riesgo objetivo de que el conflicto de Oriente Medio descienda a un escenario que no se ha visto en cincuenta años, o incluso peor. Ello se suma a las tensiones entre Rusia y Occidente, con el resquebrajamiento del mercado mundial ha significado, y a otras varias crisis en el horizonte diplomático del globo.
La historia demuestra que las convulsiones globales suelen tener un impacto descomunal en el país. Las dos guerras mundiales significaron largas temporadas de violencia, inestabilidad y empobrecimiento. Incluso en tiempos recientes, los efectos socioeconómicos de la pandemia global de covid-19 aún se sienten y la invasión rusa de Ucrania amenazó con hundir en una crisis de proporciones a sectores enteros de nuestra economía. La política exterior e interior del país debe comenzar, desde ya, a prepararse para la posibilidad de un escenario complicado.
¿Qué hará el país ante un dramático aumento del precio del petróleo, tanto con respecto a la producción como a tener que lidiar con elevadísimos precios de los derivados importados? ¿Tiene claro nuestra diplomacia cómo proceder para preservar acceso a mercados en caso de que las tensiones en el mundo aumenten? ¿Qué haremos ante cambios en el mercado mundial de alimentos? ¿Cambiará en algo nuestra política migratoria? Desde ya, el futuro Gobierno necesita dialogar con los sectores más vulnerables y convocar a lo mejor de nuestra diplomacia para diseñar estrategias.