Los límites que exige el uso del celular

El teléfono celular se ha convertido en lo primero que las personas revisan tras despertar, con un tremendo costo para la salud y la calidad de vida. Al mismo tiempo, amparado en estudios de comportamiento y hallazgos científicos, crece en varios países el interés por excluir a estos dispositivos de los establecimientos educativos o entornos laborales.

El celular ya es un puntal del mundo contemporáneo y prescindir de él no es factible; sin embargo, tal como ha sucedido con tecnologías previas, los seres humanos estamos aprendiendo su empleo idóneo. Resta aún por descubrir el verdadero efecto de la irrupción constante en nuestro sistema nervioso y cognitivo. Se requirieron décadas de prueba y error para entender los límites y usos de la electricidad, los motores o la anestesia; con los dispositivos inteligentes, seguramente, será igual.

Algunos colegios en la capital ya tomaron la acertada decisión de prohibir todo uso de teléfonos celulares a sus estudiantes. Valientes, porque implica enfrentarse a una generación muchas veces acostumbrada a salirse con la suya, especialmente en lo referente al uso de la tecnología y el entretenimiento.

Es necesario entender que, casi siempre, los intereses del usuario están reñidos con los del marketing. Los beneficios de la telefonía inteligente abundan, como abundante información de calidad, aplicaciones que agilizan procesos complejos, comunicación instantánea, transacciones y trámites más eficientes. Sin embargo, las prioridades del mercado son otras: cautivar la atención con contenido adictivo, exacerbar el consumo, recabar datos, manipular la opinión pública, entre otros.

Le compete al ciudadano cuidarse, y cuidar a los suyos, poniendo los límites necesarios.