Isaías: dolorosa lección para el Estado

El país continúa inmerso en un relato maniqueo, hipersimplificado y superficial de la crisis de 1999.

No es la primera vez que fortunas, ideólogos y carreras políticas se construyen en Ecuador sobre los cimientos del rencor que dejó alguna tragedia nacional. Por lo que está en juego y por el calibre de los actores, los hechos alrededor de la crisis bancaria aún generan una dinámica virulenta que no cesará hasta que el Estado reconozca los atropellos que cometió en su afán por cosechar votos con cuentas confusas y arbitrariedades blanqueadas a la fuerza.

Si la intención es sanar heridas y hacer justicia, Inmobiliar deberá conciliar sus cuentas y hacerse cargo de lo que se ‘feriaron’ sus funcionarios.

Como demuestra la actual pugna por los bienes incautados en el caso de Filanbanco y los hermanos William y Roberto Isaías, el país no podrá dar vuelta a la página mientras la clase política siga aprovechándose de la incapacidad del Estado.

Por su poder y la fama que los precedía, los hermanos Isaías fueron los villanos perfectos para el autoritario proyecto correísta. Para ello, creó una narrativa adulterada de la crisis de 1999, amplificada por el aparato propagandístico y sostenida en investigaciones mediocres, y tomó medidas arbitrarias más propias de una dictadura que de un esfuerzo democrático por hacer justicia.

Ese proceder atolondrado y desprolijo —defendido públicamente hasta hoy por odios viscerales e intereses económicos— le costará mucho dinero al país en un momento de angustiante necesidad pero, sobre todo, postergó más la posibilidad de conciliar los hechos y las cuentas de aquel oscuro y doloroso episodio. Quizás algún día sea posible.