El eterno ‘plan agrícola’

El agro ecuatoriano está sumido en una crisis de proporciones. Pese a la inmensa importancia que tiene para la economía ecuatoriana, como principal empleador, es el sector en el que más plazas de trabajo han desaparecido. La situación se suma a otros desafíos con los que ya tiene que lidiar el sector, como salarios crónicamente bajos, el predominio de la informalidad, la baja productividad y el envejecimiento de la mano de obra.

Indigna el grado de desatención e ingratitud con el que tiene que lidiar el agro. En los momentos más oscuros de la pandemia o de otras crisis económicas recientes, la producción de la tierra mantuvo la seguridad alimentaria del país y la estabilidad macroeconómica. Igualmente, tras los temores que recorrieron el mundo sobre un posible desabastecimiento mundial de alimentos con el inicio de los combates en Ucrania, la clase política ecuatoriana enfatizó la necesidad urgente de fortalecer la producción agrícola. Pero ahí quedó.

A ello, se suman las eternas menciones del potencial agrario desaprovechado del Ecuador.

Pero la verdad es que pasan los años y el supuesto plan agrícola nunca llega. El Gobierno pasado habló mucho de facilidades de crédito y de estímulos pero, en los hechos, el aporte fue mínimo. Los gobiernos que pasaron prometieron de todo, desde fertilizantes subsidiados y mejoramiento de semillas hasta sistemas de almacenamiento de última generación. Incluso, la Constitución de Montecristi incluye disposiciones grandilocuentes sobre el agro. Pese a ello, la crisis lleva décadas y solo se afianza. ¿Hasta cuándo?