Cuidar la salud mental en diciembre

No hay nada de malo en aceptar que, financieramente, estamos atravesando como sociedad una época difícil. El trabajo formal, con estabilidad, seguro y sobresueldos, es un privilegio al que tienen acceso solo una minoría de ecuatorianos —apenas alrededor de un tercio—. La gran mayoría restante deben enfrentar diciembre en las mismas desafiantes condiciones económicas del resto del año, si no más duras. En esas circunstancias, la presión por consumir de forma desmedida resulta muchas veces profundamente dañina para la salud mental y emocional.

Perpetuar una mentira resulta más perjudicial que asumir una verdad inclemente. Gran parte del estrés que se apodera de tantos ciudadanos en estas fechas es producto de vivir bajo instituciones y mentalidades anacrónicas. La figura misma del décimo tercer sueldo es un remanente de una época de una sencillez y una estabilidad que desaparecieron hace mucho. La idea de un diciembre de consumo voraz que ‘dinamice’ la economía obedece a una lógica de crecimiento permanente que en el Ecuador ya no prima desde hace varios años. Los ciudadanos no deberíamos, en nuestras vidas, cometer el mismo error del Estado con sus cuentas, de negar tercamente la realidad y continuar gastando irresponsablemente por inercia.

Diciembre debe ser un tiempo de reflexión, reconciliación y esperanza. Si por esta vez deben primar la frugalidad y la austeridad, no hay nada de qué avergonzarse. Estos tiempos recios también pasarán y sobrevendrán épocas mejores, pero para eso se requiere un pueblo y un Estado dispuestos a ver la realidad como es y asumirla, antes de transformarla.