Crear villanos para elevar la popularidad

Enfrentado a la crisis de seguridad y a un abrumador déficit fiscal, el gobierno del presidente Daniel Noboa encuentra ahora en la región peligrosos ejemplos de cómo emplear esos temas como catalizadores de popularidad. La demoledora reelección de Nayib Bukele en El Salvador refleja cómo la necesidad de seguridad puede llevar a una sociedad a tolerar casi cualquier cosa. Poco ha importado la precaria situación económica que sigue atravesando el país centroamericano, el metódico y paciente desmantelamiento de las instituciones y la división de poderes o las burdas arbitrariedades en materia de justicia; un impecable trabajo propagandístico, el manejo de las redes sociales y una articulada campaña para preservar el orden bastaron para traducir el fervor ciudadano en votos.

Al otro extremo del continente, el presidente Javier Milei ha convertido la lucha por la reducción del gasto público en una contienda mediática y apasionada. Tras establecer una cuidadosa narrativa de ‘nosotros’ contra ‘ellos’, ha apuntado la artillería propagandística hacia los supuestos culpables, ‘la casta’, distanciando la atención pública del problema sistémico e interdependiente del gasto público en su país. El uso simbólico de la motosierra y la demonización de la burocracia han hecho que sus simpatizantes celebren los recortes y eliminaciones con el mismo entusiasmo con el que los seguidores de Bukele aplauden el encarcelamiento de pandilleros, reales e imaginarios.

Tentado por su creciente popularidad tras la declaración de conflicto armado interno, el presidente Daniel Noboa tiene terreno fértil para aplicar esas recetas. Gobernar sobre el ataque permanente a un villano prefabricado tiene un alto costo futuro. Azuzar el furor insaciable de las masas siempre requiere sacrificios a la población, que tarde o temprano se arrepiente de conceder.