No esperemos más

Emily Torres Larriva

La escritura es un procedimiento por medio del cual logramos personificar el idioma, nos permite recibir y entregar información, pero sobre todo tiene el poder de permanecer en el tiempo. 

Para quienes hemos tenido el privilegio de estudiar, desde muy temprana edad recibimos los primeros conocimientos referentes a la escritura, todo este aprendizaje nos permitirá comunicarnos, dejar huella de nuestros actos, sentimientos y posturas. La escritura será nuestra compañera en el colegio, en la carrera universitaria y en la vida. 

Pese a ser un conocimiento adquirido desde muy temprana edad, es contradictorio, muchas personas no conocen las normas o reglas básicas, diariamente podemos ver las deficiencias y dificultades que se generan al momento de expresarse a través de la escritura. 

Los especialistas han podido detectar que una persona puede comunicarse fácilmente desde la expresión oral, exponer ideas, contar relatos, trasmitir hechos, incluso con público resulta sencillo, pero al momento de plasmar en un papel, documento o carta vemos la confusión y los errores. Los errores ortográficos generan constantemente confusión, y llegan a ocasionar problemas en la comunicación, puesto que se encubre lo que realmente se quiere anunciar, por lo que, precisamos tener los ojos puestos sobre las normas adecuadas al momento de escribir. 

Es ineludible exigir en los centros educativos de todo nivel, incluso en los lugares de trabajo, robustecer esta materia básica que damos por hecha, que no reforzamos y que debe ser estudiada a diario. 

El método tradicional de enseñanza necesita cambiar y ser más práctico, menos riguroso y más flexible, educar desde el amor y la práctica, porque la mejor manera de aprender a escribir es leyendo, demandamos fortalecer esta habilidad desde los primeros años, a través de la familia y los salones de clases, porque un niño que lee nunca tendrá conflictos con la escritura.

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