Amenaza interna

Rogelio Morales Cattani

Hace pocas semanas, libramos una guerra no convencional, ahora la amenaza ya no es externa, ahora la amenaza es interna y han logrado deteriorar las estructuras morales y éticas de una sociedad, que irresponsablemente han privilegiado el poder y el dinero, frente a la paz, solidaridad y el bien común.

Derramamos “ríos de tinta” denunciando actos reñidos con la ley que luego quedan impunes, se derraman “ríos de sangre” en las calles y cárceles, en un país amenazado por varios enemigos internos, malhechores comunes asaltando en las calles, otros asesinando dentro de las penitenciarías, muchos bandidos robándose los fondos públicos y algunos corrompiendo a la juventud inundándola con droga. Sin seguridad y estabilidad política, no hay democracia que resista.

El choque entre quienes tienen o no tienen dinero, ha sido una de las bases para que se produzcan necesarias revoluciones (no roboluciones). Las dinastías familiares y políticas ligadas al poder y al dinero, han perdido espacio, aunque se mantienen rezagos de cargos y posiciones que se heredan conservando privilegios y prerrogativas esquivas a la mayoría de la gente. La dirigencia indígena actualmente más se parece a una monarquía que a una democracia. Los líderes sindicales no son la excepción, dirigentes que llevan años sin que exista alternabilidad o renovación. 

Los nuevos elementos del poder son la violencia verbal y física, destrucción de bienes públicos, tecnología usada con fines protervos, ideología empleada como forma de clientelismo político, espionaje, intoxicación propagandística, chantajes y sobornos que están destruyendo los estados, donde el dinero fácil es el elemento corruptor.

Las pandillas políticas, están dividiendo a la sociedad en el juego del bueno contra el malo, del pobre contra el rico, del indígena contra el mestizo, lo hacen para afianzarse en el poder que luego no lo quieren perder, o desesperadamente lo quieren recuperar, son aquellos autócratas de izquierda o de derecha que se sienten “dueños” de un pueblo y una sociedad indudablemente injusta. Son ellos, los “enemigos internos” de un pueblo que mira atónito la lucha de mafias políticas defendiendo su territorio.

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