¿Vivirás mañana?

Matías Dávila

Esta pandemia nos dejó -más o menos- 30 mil muertos en dos años. Personas que estaban aparentemente sanas, con toda una vida por delante, de pronto se contagiaron con el virus y fallecieron repentinamente. Todos tuvimos en la lista a alguien conocido. 

La muerte nos susurró en el oído a todos. Si bien en el Ecuador mueren más de 80 mil personas por año, no es menos cierto que no todos hacemos conciencia de este dato y seguimos viviendo el día a día con esa falsa percepción de inmortalidad: “la muerte solo le pasa al resto, ¡a mí no!”.

No somos una sociedad a la que le guste mucho hablar de la muerte. De hecho, cuando uno de nuestros hijos hace algún chiste relacionado, nos enojamos, le decimos que eso no se dice y -no está por demás- tocamos madera.

Cuando muere una madre o un padre los hijos quedan a la deriva. ¿Tendría plata guardada en alguna parte? ¿Tendría un seguro? ¿Tendría alguna factura pendiente por cobrar?… eso en relación a los activos. Las deudas les sorprenden como aves de rapiña. Las ‘culebras’ se dejan ver inclusive en el velorio y es ahí donde uno se da por enterado de que la pesadilla apenas comienza.

Es importante que tengamos un documento, que actualicemos con regularidad, donde les contemos a nuestros hijos o a nuestros cónyuges (o finalmente a un amigo), cuál es nuestra situación en general. No solo va a importar lo económico. Tal vez esa persona tenía en su computadora algo que valdría la pena compartir con el mundo o por lo menos con la familia. Tal vez en el baúl viejo haya fotos que merezcan ser puestas en portarretratos. Tal vez por ahí exista una canción o un poema a medio terminar. O, quién sabe, tal vez un secreto que se deba contar.

Mientras escribo esto, yo mismo tomo conciencia de la importancia de dejarles a mis hijos la clave del banco, para que puedan sacar inmediatamente el dinero para disponer de él. También mi clave de correo y de mis cuentas de redes sociales. Hay muchísima información valiosa ahí que, tal vez en algún momento, pueda servirles incluso para recordarme con mayor precisión.

Estar listos para morir no es augurar que eso pase ni ‘llamar’ a la muerte. Nadie se muere en la víspera. Es tener responsabilidad con quienes quedan. Dejar las cosas organizadas es fundamental, es un gesto de amor. Y como no sabemos si este día será el último, vale la pena pensarlo y dejar el tema saldado lo más pronto posible. A pensar.