Van Gogh, vivo

Rosalía Arteaga Serrano

En medio de la agitación de las festividades de Navidad y de Año Nuevo, decidimos hacer una pausa e ir con la familia a una exhibición de arte que se ha promocionado desde el mes de octubre y que irá hasta la primera quincena de enero en la ciudad de Quito, se trata de una puesta en escena de las obras del gran pintor holandés Vincent Van Gogh.

 El artista tuvo una trágica vida y una trágica muerte; sin embargo, la luz de sus obras pictóricas nos deslumbra hasta los tiempos actuales. Esa luz que la descubre en Francia y que la traslada a esos cuadros de vibrantes colores que tocan nuestros sentimientos y capacidad para apreciar el arte.

La apreciación artística no es algo que se practique con frecuencia en nuestro país; por ello, nos parece tan importante esta inmersión en la obra de Van Gogh, con reproducciones gigantes de sus cuadros más famosos a través de paneles que se intercalan con un gran conocimiento de la obra y de la vida del autor.

Miles de miles de personas de todas las edades y condición económica han visitado y probablemente visiten en estos últimos días la exposición destinada a resaltar la memoria de tan extraordinario artista, valiéndose de recursos que acaparan la atención de quienes pasean por las salas y los pasillos de exhibición. Una gran idea sin duda para popularizar el arte de un grande de la pintura universal.

Además de los cuadros, se pueden apreciar las recreaciones en tamaño gigante que se exhiben en la muestra. Así, nos sumergimos en el parque de los girasoles amplificados por los espejos, vemos “la noche estrellada” o también los girasoles, los autorretratos o “el dormitorio en Arlés”, cuadros que se recrean y se presentan en vívidas escenografías que cautivan a los visitantes.

Acuden niños, ancianos, personas de todas las edades y condiciones, se extienden largas filas para entrar o en la boletería, pero todos coincidimos en que el esfuerzo vale la pena, hasta nos quedamos con ganas de ver más de sus obras y conocer más sobre su atormentada vida.

Ojalá se pudiera hacer algo similar para popularizar y dar a conocer dentro del territorio ecuatoriano, pero también fuera, figuras de los grandes pintores ecuatorianos, de un Guayasamín o de un Kingman, como una apuesta por la cultura ecuatoriana que merece ser reconocida y comentada. En todo caso, bien por la iniciativa y por haber cautivado a tan diversos públicos como los que concurrieron a mirar la exhibición, Van Gogh se nos quedó en las retinas y en el alma.