Eugenio Espejo y la corrupción de nuestros tiempos

Ugo Stornaiolo

El 5 de enero de cada año se recuerda el inicio del periodismo en el actual Ecuador, con el lanzamiento del periódico “Primicias de la Cultura de Quito”, ocurrido en 1792. Ser indio hace 250 años era casi un ultraje. Y que ese indio quiera ser alguien en la vida, que estudie y busque horizontes era un insulto al orden establecido.

De aquellos indios que sufrieron la conquista española y las instituciones por ésta creadas (mita, encomienda y obraje), viene la estirpe de Eugenio Espejo. Escribió y estudió. Graduado de médico en 1768, emprendió enseguida estudios de derecho. Hizo críticas a la sociedad de su tiempo: «Marco Porcio Catón», «Ciencia Blancardina» o «El Retrato de un Golilla» (con seudónimos), dando a conocer los escándalos de las autoridades españolas y criollas.

 Espejo denunció la situación de las cárceles, especialmente para los más pobres. En vez de corregir a los detenidos, se los dañaba más. Pasaron 232 años y está peor. El 5 de enero de 1792 apareció «Primicias de la Cultura de Quito. Su hermana, Manuela, colaboró con él. Mientras estudiaba y escribía, planeaba la emancipación. “…Mis deseos son ambiciosos, y así querría que Quito, para venir a dar el lleno de sus cultura y civilización, juzgase que estaba el último ápice de la rudeza primitiva, donde no puede hallarse ni un átomo de luz…”, escribió en Primicias.

Espejo, fue el iniciador del periodismo, pese a solo haber publicado siete números quincenales -diciembre de 1791 y marzo de 1792-. “Los medios de impresión no tenían –ni nadie podía sospecharlo- la asombrosa tecnología de la prensa actual”, escribía Jorge Salvador Lara.

Inquieto promotor de ideas nuevas en casi todas las ciencias de su tiempo y osado para dar a conocer sus opiniones políticas. Su semilla caló hondo. Su idea era de levantamientos coordinados y simultáneos en la América hispana. Quería que su tierra sea gobernada por los nacidos en ella.

Deploró y denunció ciertas prácticas de los religiosos de ese entonces, poco cercanas a la virtud. No le quedó un sucesor tras su muerte. Su cuñado, José Mejía Lequerica, casado con su hermana Manuela (veinte años mayor) fue su seguidor. Una mañana de octubre de 1794 apareció, en latín, una banderilla que atribuida a Espejo: “Al amparo de la cruz, sed libres. Conseguid la gloria y la felicidad”, por lo que fue perseguido y encarcelado. El precursor se moriría otra vez viendo estos tiempos de hampones, narcos, jueces, abogados y políticos corruptos.